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Crónica:FERIA DE GRANADA
Crónica
Texto informativo con interpretación

De pena y oro

No cuesta trabajo entender que los tres primeros toros de Ana Romero se transformasen en los de Guisando. Sin embargo, no se puede comprender la inhibición de Enrique Ponce y, sobre todo, de Morante de la Puebla. Enrique Ponce tardó cinco minutos en ver que no se acoplaba a la mansedumbre del primero y otros cinco en decidir si lo mataba y cómo. Un tostón. En el cuarto nos demostró que se toma las cosas con calma y que sabe pasear el albero con donosura. Las carreras entre pase y pase, especialmente por el lado izquierdo, primorosas. Lo malo es que empezó algo mejor, con dos series ligeras, pero de buena factura; fue pasar a la mano izquierda y reunir toda clase de defectos que terminaron pasándose al pico de la muleta cuando empleó la derecha.

Romero / Ponce, Morante, Abellán

Toros de Ana Romero, los tres primeros mansos. El 3º se partió un pitón y en su lugar salió un sobrero de la misma ganadería lidiado en sexto lugar. Enrique Ponce: pinchazo, estocada atravesada -aviso- siete descabellos (silencio); dos pinchazos -aviso-, pinchazo, estocada baja (división de opiniones y saludos). Morante de la Puebla: pinchazo pescuecero, pinchazo, descabello (pitos); tres pinchazos, descabello (bronca). Miguel Abellán: estocada atravesada, descabello (palmas); estocada trasera caída (oreja). Plaza de Granada, 15 de junio. 5ª de abono. Más de media entrada.

Lo de Morante sólo se puede explicar pensando en que viene de otra galaxia; esto es, que puede ser un marciano o tal vez un zombi. Se quedó inmóvil ante el segundo, estudiando la situación sin contemplar la posibilidad de cruzarse y adelantar la muleta. En el quinto, su cuadrilla se apuntó a la charlotada, empleando la puya como un martillo neumático y repartiendo banderillas a lo largo y ancho de lo negro. El marciano sacó fuerzas de la flaqueza del toro para conseguir que lo persiguiera dos o tres veces antes de salirse de la suerte de matar y echarse de cabeza al callejón.

Miguel Abellán pareció más normalito. Es cierto que salió con dos vueltas de ventaja sobre sus compañeros, pero por lo menos puso voluntad. Larga de rodillas, verónicas y revoleras precedieron a un par de varas de las que el toro salió suelto, y, una vez visto que aquello no embestía, intentó torear por la cara, puede que sin la decisión necesaria por falta de hábito, pero sí con interés por justificarse. En el sexto interpretó el toreo por derechazos dotados de cierto temple y lentitud; lástima que sólo utilizara el pico para embarcar la embestida que se traía enganchada desde lejos. Cuando cogió la muleta con la mano izquierda volvió a poner de manifiesto el mismo defecto, con el agravante de acentuar el destoreo vaciando hacia los terrenos de afuera.

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