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GOLF | ABIERTO DE ESTADOS UNIDOS

El Tigre empieza a medio gas

La lluvia obligó a cerrar la jornada sin esperar a que Tiger Woods hiciera lo propio con su tormentosa tarjeta. El Tigre vio, seguramente con alivio, cómo se suspendía el primer recorrido del Abierto de Estados Unidos cuando transitaba como un alma en pena por el césped mojado de Southern Hills (Tulsa, Oklahoma) con los gruesos labios fruncidos y el gesto mohino. Iba por el noveno hoyo. Ya entonces, Woods sumaba tres golpes por encima del par del campo, incluido un doble bogey en el noveno hoyo que le cambio el cansino rictus por una sonrisilla nerviosa.

Pero mucho antes de acordarse el aplazamiento, Hale Irwin, un maduro y aseado estadounidense, había liquidado su tarjeta dibujando una feliz rúbrica sobre la cifra de 67 golpes. La venerable figura cana de Irwin, ganador nada menos que tres veces del Abierto estadounidense, abrió los libros de historia para fijarlos en el verano de 1990, fecha de la última edición en la que el veterano Irwin (entonces con 46 años, hoy con 56) ganó el torneo. Irwin, que desde 1995 recorre el Tour Senior (reservado a los profesionales de más de 50 años), invirtió los números de Woods y firmó un recorrido de tres bajo par. El viejo maestro, un virtuoso en el uso de los hierros, recuperó el animoso impulso de la juventud en su torneo favorito. Profesional desde hace más de 30 años (1968) es el quinto jugador que más veces ha ganado el torneo estadounidense (1974, 1979 y 1990), una clasificación que lidera, entre otros, el mítico Jack Nicklaus con cuatro victorias. Sólo una más que Irwin.

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Sergio García sí pudo terminar su día de presentación. Correcto estuvo el español, que firmó el par del campo, 70 golpes, y se sumó, con su juego, a la extrañeza de una jornada repleta de detalles inesperados: magnífico en el juego corto, patinó con las maderas. El mundo al revés. García sólo fue capaz de transitar por la calle en cuatro de las 14 ocasiones en que debió hacerlo (los otros cuatro hoyos eran los pares de tres golpes, en los que se supone que un jugador profesional llega directamente a la bandera). Sin embargo el renovado García firmó un birdie en el 18 gracias a un putt desde más de 10 metros.

Olazábal y Jiménez, mal

Lo dicho, el mundo al revés: Woods en las profundidades de la tabla, García apañando con los hierros las pifias que cometía con las maderas, Irwin resucitando desde las hemerotecas y ¿Olazabal? Olazabal cayó precisamente como nadie esperaba. Pésimo en las distancias cortas, sin embargo mostró cierta soltura desde el tee. El guipuzcoano de Hondarribia se quedó lejos, bastante lejos, y acabó vencido por el campo, que le sacó siete golpes, 77 firmó. A diez del veterano Irwin y de Goosen, un joven surafricano que cuando disputaba el hoyo siete también marchaba con tres bajo par. La joven promesa que algunos colocan en el saco de los posibles antiwoods no llegó a finalizar su recorrido a causa del parón al que obligaron las condiciones meteorológicas.

Otro español que mostró su faz más despistada fue el malagueño Miguel Angel Jiménez que como Olazabal paró la jornada con siete golpes por encima del par. La esperanza de ser el sucesor de Woods, que ha ganado consecutivamente los cuatro grandes torneos que componen el Grand Slam, en el palmarés del Open estadounidense en lo que a manos españolas se refiere parece que ya es solo una esperanza de García. Otro jugador a tener en consideración y que ayer igualó el par del campo, es el surafricano Ernie Els. En cualquier caso, nueve hoyos del Tigre son muy pocos hoyos para dudar de su enorme superioridad. Será que ha empezado a medio gas.

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