Zoología
Muchos y diversos signos anuncian el verano. Las calles de la ciudad se pueblan de caballeros en calzoncillos y damas de película porno. O gore. Por la ventanilla de los automóviles fluye un ruido atronador que mola tocho. La gente pierde los ojos y pasea con antifaces de cristal negro. Las golondrinas etcétera. Pero, por encima de todo, llega la época de celo de los pilotos.
A estas fascinantes aves rapaces se les despierta el apetito sexual en cuanto apunta el verano y al instante cientos de miles de ciudadanos se agolpan días enteros en los aeropuertos (que es donde tienen sus guaridas) con el fin de participar en los ritos amorosos.
El piloto en celo suele exhibir un plumaje azul que poco a poco vira a verde, y se excita sobremanera cuando se le muestra un billete de mil pesetas. En los aeropuertos españoles, millones de ciudadanos agitan billetes de a mil ante los excitados pilotos durante los meses de verano. Sin embargo, el piloto común sólo comienza el apareamiento cuando la masa verde dispara su órgano reproductivo, el cual es de tal naturaleza que exige una densidad de verde realmente descomunal. Amazónica.
Una vez alcanzada la masa crítica de billetes capaz de poner en funcionamiento el complejísimo sistema sexual de estos mamíferos alados, y tras descargar la vejiga, los pilotos emprenden el vuelo adornando despegues y aterrizajes con elegantes cortes de manga que alborozan a los observadores.
Ahora bien, lo más asombroso del apareamiento es que no tiene lugar entre ellos. Nunca el piloto copula con otro piloto. Se han hecho pruebas en cautividad, incluso con pilotos de distintas especies, y ha sido inútil. Estas rarísimas aves sólo copulan con los ciudadanos que les ofrecen billetes verdes. Y lo que es aún más increíble, la copulación tiene lugar por vía rectal, de manera que carece de efectos reproductivos. Se trata, posiblemente, de un caso único, un hápax del maravilloso mundo animal.
Científicos de todos los países civilizados, bien provistos de billetes de a mil, acuden a observar el fenómeno cada verano, y no se cansan de participar en el apareamiento, a pesar de que escuece que ni te digo.
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