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Reportaje:

El 'botellón' de los pobres

Decenas de mendigos acuden de madrugada a las plazas a apurar los restos de alcohol que dejan los jóvenes

Cientos de jóvenes se disponen a entrar en los bares de la plaza de Santa Bárbara (Centro) después de haber estado bebiendo en la calle. Son las dos y media de la madrugada y el termómetro marca 29 grados. En el suelo y los bancos han quedado los restos del botellón, nombre con el que se conoce al fenómeno que reúne todos los fines de semana a miles de chavales en lugares al aire libre en torno a botellas de alcohol, refresco para mezclar y unos vasos de plástico.

Los jóvenes ya han abandonado la calle y siguen la fiesta en los bares. Sobre el asfalto, cartones de vino a medio terminar, botellas con restos de whisky, ron, vodka y martini, vasos que aún contienen calimocho (mezcla de vino y refresco). El botellón ha terminado. Entonces comienza un segundo botellón. Un mendigo se acerca a la plaza de Santa Bárbara y apura, ahí mismo, los restos abandonados. Minutos después aparece otro, que prefiere guardar en una bolsa de plástico las botellas y desaparecer.

El indigente tiene que ser rápido en recoger las botellas, ya que pronto llegan otros a por lo mismo

En la cercana plaza de las Salesas el panorama es similar. Un hombre, que ha estado durmiendo en un banco mientras a su alrededor unos chavales bebían y tocaban la guitarra, se despereza. Tiene que ser rápido en regoger las botellas, ya que pronto llegan otros a por lo mismo. Y así, la escena se repite en casi todos los lugares donde se celebran botellones, que el Ayuntamiento cifra en unos treinta, la mayoría en Centro.

'Se ha creado un submundo con personas que se acercan para ver qué se encuentran por ahí, con todos los problemas sanitarios que eso conlleva para los propios mendigos', asegura Diego Cruz, secretario de la asociación de vecinos El Organillo (Chamberí). Los vecinos de esta zona y de otras afectadas se cruzan cada fin de semana, cuando cae la tarde, con los miles de jóvenes que han decidido montarse la fiesta en la calle. Compran el alcohol en establecimientos cercanos al lugar de encuentro, que suelen abrir hasta las doce de la noche.

Cerca de Santa Bárbara hay una tienda de estas características. Un paquete que incluye una botella de Martini, otra de refresco de limón y una bolsa de hielo cuesta 1.275 pesetas. El cartón de vino no llega a las 200. 'Las copas en los bares están a 900 como mínimo, preferimos emborracharnos fuera y luego entrar más tarde para bailar', comentan unas chicas que no han cumplido los 18 años. En la tienda, regentada por ciudadanos chinos, no se pide el carnet de identidad. El dueño, por si viene la policía, vigila fuera, desde el interior de un Opel Vectra.

'Estos chicos salen con el sueldo que les dan sus padres y no pueden gastar mucho. El problema llega cuando, después de beber fuera, entran en los bares en manadas para ir al servicio, sin querer consumir', afirma la camarera de una cervecería cercana a Alonso Martínez. Sobre la relación que mantienen con los dueños de los establecimientos que venden alcohol, el encargado de un bar de la calle Campoamor fue claro: 'Nos llevamos bien, no hay más remedio, esto es como la cocina del infierno. Quien no se quiera adaptar al barrio... pues ya sabe lo que tiene que hacer', apuntó.

En muchos de estos bares las ventas han descendido con la llegada del verano y el consumo masivo de alcohol en la calle. 'Se nota el bajón, porque para evitar que entre gente que no se toma copas, cobramos entrada', explica el portero de una discoteca de la calle de Fernando VI.

El Samur atiende, en una sola noche del fin de semana, a una media de 140 jóvenes embriagados. Según un estudio de la Consejería de Sanidad, un 22% de los jóvenes reconoce que en los últimos 30 días se ha desplazado en coche pese a que el conductor se encontraba bajo los efectos del alcohol. A partir de ciertas horas de la noche, los conductores tienen que poner algo más que los cinco sentidos para evitar un golpe. '¿Tú estás subnormal o qué?', grita un taxista a un chaval, que, a bordo de un Renault Clio con otros cuatro amigos, acaba de adelantarle en la glorieta de San Bernardo de forma indebida.

Los vecinos afectados denuncian el 'lamentable' estado en el que quedan las plazas y las calles después de que los chavales las abandonen. 'El deterioro que está sufriendo el centro por este fenómeno es terrible', asegura Juan Carlos Mora, presidente de la asociación de vecinos Barrio de las Letras. El Ayuntamiento gasta más de 200 millones al año en limpiar los restos abandonados por las noches de botellones. En un día se recogen cerca de 20.000 kilos de residuos, según Alberto López Viejo, concejal de Limpieza, del PP. 'Nos gustaría', dice, 'que la gente colaborase más, ya que los contenedores de las plazas apenas se usan'. Y eso, a pesar de que los vagabundos se llevan parte de esos restos cuando los jóvenes del botellón se van a la discoteca.

Un grupo de jóvenes bebiendo en una zona de copas del centro, en octubre de 1996.
Un grupo de jóvenes bebiendo en una zona de copas del centro, en octubre de 1996.GORKA LEJARCEGI

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