'Las películas de hoy las decide un consejo de administración'

El cineasta Pere Portabella (viejo luchador antifranquista y productor de películas como Viridiana, de Buñuel) comienza a ser ahora reivindicado, 30 años después de que hiciera sus grandes películas. Un congreso en Granada, en el que se han analizado sus obras, o la pasión que ha despertado en el director Jonathan Demme (El silencio de los corderos), quien ha obligado a su equipo de rodaje a estudiar su estilo, han servido para que se recupere una forma diferente de rodar, en la que el surrealismo poético planta cara al guión convencional. También ha sido la oportunidad para que Portabella alerte sobre la escasa creatividad del cine comercial. 'Las productoras cinematográficas de hoy', dice, 'ya no buscan espectadores: buscan usuarios'.

Pregunta. ¿Qué le parece que un director de Hollywood como Demme le haya llamado 'cineasta visionario' y quiera divulgar su cine en Estados Unidos?

Respuesta. Para mí fue algo inesperado. Me escribió una carta llena de entusiasmo pidiéndome mis películas. Supongo que cuando alguien hace un cine como el que yo hago, a veces despierta reacciones de este tipo. Pero no deja de ser una paradoja.

P. Buñuel cuenta que, cuando nació el cine, era necesario que alguien fuera explicando lo que sucedía, porque la gente no lo entendía. ¿Es el cine de hoy tan simple por eso, para que todos lo entiendan?

R. El cine de hoy es, sobre todo, víctima de la comodidad de los productores. Cuando el cine apareció, era un medio nuevo para contar historias: introducía el movimiento de la cámara como elemento narrador. Al principio tenía mucha libertad, porque era algo nuevo, pero luego su lenguaje se volvió tan arcaico como las novelas del siglo XIX.

P. ¿Es ese concepto contra el que ha luchado siempre?

R. Yo siempre busqué una forma diferente de expresarme, más apoyada en las elipsis y en los absurdos que en el argumento, como hace el cine comercial. Eso requiere mucho más rigor. Siempre busqué el lenguaje específico del cine, para que fuese la imaginación del espectador la que se convirtiera en cómplice.

P. ¿Están subexplotadas las posibilidades del cine?

R. Sí, porque ahora la última palabra respecto a una película la tiene un consejo de administración, no un director. Se hacen películas como si fuesen lasañas o espaguetis. Lo único que buscan las productoras es despertar respuestas compulsivas en los espectadores. Te anuncian que vas a llorar en una película, y lloras. Todas las películas se parecen enormemente entre sí. Hay una uniformidad brutal. Y ya se ha llegado al extremo de que las productoras no buscan espectadores, sino usuarios.

P. ¿Qué puede ofrecer un cineasta que quiera apartarse de las normas del cine comercial?

R. Calidad de vida. En Jean Luc Godard, por ejemplo, uno ve una película y ya no es sólo calidad de cine, sino calidad de vida.

P. Hay directores de Hollywood que se apartaron de las líneas comerciales, y hoy son mitos, como Kubrick...

R. Sí, o Scorsese. Son un caso parecido al de Orson Welles... Y sin embargo, Orson Welles tuvo que mendigar y pedir dinero para poder terminar algunas películas, tuvo que humillarse para poder hacer el cine que él quería...