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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Efrén Acosta pegó el petardo

El picador mexicano Efrén Acosta pegó el petardo y ya no merecía la pena vivir. (Vivir la corrida, se entiende. Es una forma de expresarse).

La corrida no interesaba a nadie y, mediada, ya le había supuesto a todo el mundo una paliza de hastío y malhumor. Con esos toros, que besaban el suelo y parecían moruchos; con esos toreros, incapaces de pegar dos pases en divina forma.

La esperanza se centraba en Efrén Acosta. Saldrá Efrén Acosta -presentía la afición como un solo hombre- y demostrará cuando bella y amena es la suerte de varas, hará que nos embargue la emoción y servirá de catequismo a esa acorazada de picar que no tiene ni idea de su religión ni su oficio táuricos y únicamente vale para darles a los toros matraca carnicera.

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¡Oh, Efrén Acosta!, héroe de la pasada Feria de Otoño cuando causó sensación por su forma de picar a un toro de Victorino Martín. Aunque aún se le vio hacerlo con mayor sublimidad en la Feria de Valencia de aquel año 2000, y juraba la afición que había sido lo mejor de la temporada.

Montaba Efrén Acosta al estilo mexicano, como es natural; la silla cubierta por un lienzo blanco para proteger la calzona e iba por el tercio poquito a poco, calado el castoreño de pura piel, la mirada baja, oyendo los aplausos que le iba dedicando el público por donde pasaba. La notable distancia que recorrió entre la puerta de cuadrillas y el tendido del 8, donde paró para la suerte -media circunferencia- tensó la enorme expectación, que aún se acrecentaría al colocar Zotoluco el toro a mucha distancia para que demostrara su bravura y Efrén Acosta su arte varilarguero.

El toro, en efecto, se arrancó al galope, entró fijo en jurisdicción, Efrén Acosta elevó la punta de la vara al cielo y la tendió luego con firmeza para recibirlo..., y resulta que se la clavó en los mismísimos riñones. Pero bueno. La afición se quedó perpleja. Y aún más cuando fue Efrén Acosta y le hizo al toro la carioca al estilo carnicero que ha impuesto la acorazada de picar. Hubo después otro puyazo aún lo hizo peor.

La afición no sabía qué pensar de semejantes modos. Se ve que no era el día de gracia de Efrén Acosta. O quién sabe si sus memorables actuaciones del 2000 fueron solos de flauta que sonaron por casualidad. Quienes conocen al picador dicen que tiene el carácter voluble y el temperamento fuerte, un poco pendensiero.

El pabellón taurino mexicano no quedó por los suelos merced a Zotoluco, que a su primer toro le dio algunos de los pases de más acabada factura que se hayan visto en la feria. Los da quien yo me sé y a estas alturas se estaría hablando de su mística y su taumaturgia. Los pases de Zotoluco no es que procedieran de remotos confines pues en el planeta Tierra se han visto múltiples veces pero eran buenos, pertenecía al toreo de siempre, cumplían la famosa regla del parar, templar y mandar. Una tanda de redondos y otra de naturales dio así Zotoluco y luego ya se perdió en un fárrago de muletazos aleatorios; unos que requerían provocar la renuente embestida del toro mediante zapatillazos, otros sin temple, y mató de vergonzante bajonazo.

Y ya no se vio más toreo en toda la tarde. Vendrían cinco toros más y fue un latazo insoportable. Los toros de Cuadri ya no son lo que eran. De gran trapío y romana, sí, pero claudicantes y moruchones. La corrida supuso una gran decepción. Y a esta contrariedad se unió el desacierto de los toreros, su falta de pundonor, la vulgaridad de sus formas. Sin reencontrarse Manolo Sánchez, que ensayó el toreo perfilero-fuera cacho al uso; zarrapastroso El Tato con su movido muleteo, pese a lo cual en el sexto sufrió una aparatosa voltereta.

Curiosamente, en el sexto se produjeron sendos sobresaltos. Uno, por el percance dicho. Otro, durante el tercio de varas, al caerse el picador José Benítez de un segundo piso. La verdad es que dio esa sensación. Estaba picando y en esas que saló despedido de la silla, volteó en el aire y cayó de cabeza. No pasó nada: sólo el castoreño abollado, que encima no era de piel de castor como el de Efrén Acosta sino de plástico.

Eulalio López,<i>Zotoluco</i>, en el primer toro de su lote.
Eulalio López,Zotoluco, en el primer toro de su lote.BERNARDO PÉREZ

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