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Reportaje:Campeonato Manomanista | PELOTA

La mano, el espejo del alma

Rubén Beloki se proclama campeón individual de un deporte manual que se juega bajo el humo del tabaco

Rubén Beloki, un mocetón de 185 centímetros y 83 kilogramos, nacido hace 26 años en Burlada (Navarra) se convirtió ayer en el campeón de pelota a mano, en su 57ª edición, tras 38 minutos y 42 segundos de partido frente a Patxi Eugi, también navarro y no menos grandullón. ¿Cómo explicar la dureza de este juego, cuando de ellos sólo se disputaron 8 minutos y 26 segundos de juego real? La pelota vasca hace de las manos el espejo del alma del deportista. Manos grandes, duras, enmascaradas en un amasijo de tacos y esparadrapo protectores, sin los cuales este deporte sería impracticable.

Un partido normal acumula un promedio de unos 200 pelotazos contra la pared del frontón y el descanso anual de los pelotaris se reduce prácticamente a la temporada invernal. Es decir, la violencia soportada en las manos por esas balas de poco más de 100 gramos explica la escasa longenvidad de los pelotaris en la élite, con una excepción, Julián Retegi, el gran campeón que anuncia su retirada para este verano, con 46 años y pico a sus espaldas.

Difícilmente los protagonistas de ayer, Ruben Beloki (26 años) y Patxi Eugi (29) podrán acercarse a esos registros. Ambos lideran incuestionablemente el mundo de la pelota en la actualidad,repartiéndose los últimos campeonatos de forma inexorable, aunque no sean los que más ganan. El pelotari mejor pagado es Augusto Ibañez, Titín, que ha revolucionado el ambiente general de los frontones y el particular de la Rioja, un territorio habitual de este deporte, que también se extiende a Castilla-León y tiene en Valencia una modalidad de notable éxito local, además de la habitual extensión suramericana, desde los primeros partidos disputados en Argentina, ya en el siglo XIX.

Títin no sólo revolucionó con su juego el mundo de los frontones, sino el entorno empresarial de este deporte. Cifras millonarias, pagos de cláusulas de rescisión, ambiente hiperprofesional en un deporte minoritario y habitualmente alterado por unas u otras razones.

Julián Retegui es el rey de la pelota vasca. Su dominio ha sido absoluto desde que ganó su primer cameponato en 1980 con 26 años y el último en 1993 con 39. Después se dió el gustazo de proclamarse campeón, sobrepasados los 40, del cuatro y medio, una modalidad de frontón corto, en el partido más memorable de las últimas décadas.

Retegui es un ejemplo de voracidad profesional y de espíritu de sacrificio. Retegui es un asiduo del gimnasio de su propiedad donde muscula su cuerpo y lame las múltiples heridas: cadera, rodilla, manos. Según su ayudante, Fermín Ezcurra, verle vestirse en el vestuario es asistir a un ritual de fajas, pantalones estrechos para ajustar su cadera, esparadrapos y demás artilugios para salir al frontón, siempre a ganar. Se cuenta de Retegui que cuando ganó a su tío Ignacio (otro mito de la pelota) 22-1, protestó el tanto de su oponente por considerar que había dado en la chapa que divide la legalidad y la ilegalidad del pelotazo.

En un ambiente sobrecargado de humo (la prohibición del tabaco en los frontones se considera tan antinatural como que los pelotaris jugasen con pantalón corto), Beloki consiguió ayer su cuarto título de campeón. Tras haber sido el campeón más joven de la historia (20 años), sufrió un bajonazo espectacular que le llevó a ponerse en manos de un psicólogo para recuperar la autoestima. En la soledad del frontón, Beloki, un pegador casi incotestable, responde con dificultad a cualquier adversidad. Ayer le trasladó sus problemas a Beloki, el pelotari de los actuales más parecido a Retegui. Necesitó un partido de pocos pelotazos (141) y poco tiempo. En apenas diez minutos se proclamó campeón de un deporte que se juega con las manos y se resuelve con las piernas. Los 36 metros del frontón duelen tanto en las rodillas como la pelota en las manos.

Beloki salta de alegría tras su victoria.
Beloki salta de alegría tras su victoria.JAVIER HERNÁNDEZ

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