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Reportaje:

Cabras salvajes en el 'Pirineo' madrileño

La población de estos herbívoros ha crecido de 50 ejemplares a 400 en La Pedriza durante el último decenio

La escena podría formar parte del paisaje del sistema pirenaico o de la sierra de Gredos: un rebaño de siete cabras pirenaicas trepa por gigantescas peñas de granito con la facilidad con la que uno camina por el salón de su casa. Pero basta acercarse al parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares para disfrutar de esta imagen. La población de cabra pirenaica, de la subespecie victoriana, ha pasado de los 50 ejemplares que se reintrodujeron en La Pedriza en 1990 a los más de 400 que se han contabilizado en el último censo. La Consejería de Medio Ambiente estudia qué hacer con tantos bóvidos, incluso sopesa la posibilidad de exportar algunos a otras comunidades en las que esta especie se ha extinguido o a punto de hacerlo.

La última cabra pirenaica autóctona madrileña fue abatida de un tiro por un cazador en el valle del Lozoya hace ya mucho tiempo. La Administración decidió, hace 11 años, repoblar la sierra con cabras pirenaicas. Un primer rebaño de 23 ejemplares fue trasladado desde la sierra de Gredos hasta La Pedriza en 1990. En 1991 y 1992 se repobló con otros 27 ejemplares de Gredos y de la sierra de Las Batuecas (entre Salamanca y Cáceres). 'Capturaron las cabras con redes, acorralándolas por la sierra hasta conducir los rebaños hasta la red, sin causar lesiones al animal', explica Juan del Álamo, director general del Medio Natural.

Las sueltas de las cabras pirenaicas de hace 11 años han sido fructíferas. Más de 400 ejemplares campan hoy por las rocas de La Pedriza sin depredador alguno que ponga en peligro su vida. Hoy, sus únicos enemigos son los cazadores furtivos, 'aunque desde hace ya seis años no se cobran ninguna cabra', afirma José Luis Clares, uno de los agentes forestales que cuidan de ellas.

Los agentes forestales de Medio Ambiente montaron una operación para censar las cabras hace unos meses. Dividieron La Pedriza en cuatro sectores y fueron contando con la ayuda de potentes prismáticos. Contabilizaron 400 ejemplares, entre los que hay más hembras que machos.

Dos coroneles retirados, Eduardo Caravantes, de 66 años, y Enrique Sanz, de 58, caminaban, el pasado jueves, con uniforme de excursionista por una zona de La Pedriza denominada el Jardín Cerrado. Iban armados con sendas cámaras fotográficas. Acababan de captar una imagen de un rebaño de siete cabras que subió delante de ellos por una pared rocosa. Caravantes ha ido a La Pedriza 223 veces, y afirma que ahora 'se ven muchas más cabras que hace seis o siete años'. 'Cruzar la mirada con un gran macho es una sensación indescriptible', asegura Caravantes.

El macho más viejo de los que viven en La Pedriza tiene nombre: Trotón. 'Es solitario, tiene mala leche, una gran cuerna y pelaje negro en el vientre', detalla el agente forestal Clares.

Las cabras pirenaicas tienen el celo en los meses de noviembre y diciembre. Suelen parir en mayo, tras cinco meses de gestación. Tienen un embarazo al año y, 'es bastante frecuente que tengan gemelos', explica Clares. Las hembras que están a punto de parir se alejan del rebaño y pasan unos días solas. Escogen sitios escondidos para parir, donde es difícil encontrarlas.

La cría vive entre un año y dos con su madre. Después se independiza y pasa a formar parte del rebaño de machos o de hembras, dependiendo del caso.

Los machos, cuando son adultos, prefieren la vida solitaria. En la época de celo se pelean por las hembras. Chocan sus grandes cornamentas una y otra vez hasta que uno de los dos cede. El golpe causa un ruido característico que se oye a gran distancia.

No es dificil ver a estos animales en una caminata por las cumbres altas de La Pedriza. Eso sí, conviene madrugar porque las horas de sol las pasan a la sombra sesteando en las rocas.

Medio Ambiente elabora un estudio para analizar la repercusión que puede ocasionar tal cantidad de cabras en la sierra. Al ser herbívora, la cabra puede poner en peligro la existencia de determinadas especies vegetales protegidas, como el acebo, que supone una importante fuente de su sustento en invierno, cuando la nieve cubre el terreno.

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