Las pesadillas del vecindario de Chueca
Los residentes de esta zona del distrito Centro se quejan de los ruidos, de la prolongación de las obras y del deterioro de la seguridad ciudadana
Si se le pregunta por qué tras 20 años ha decidido irse de Chueca, Ana responde sin titubeos: 'El ambiente es de pena, y esto se ha convertido en el caos total. Yo no aguanto más, y me marcho'.
Ana es una vecina de la plaza de Chueca, uno de los puntos emblemáticos del centro de la capital y lugar de encuentro por tradición. Hace unos meses, el Ayuntamiento terminó la rehabilitación de la plaza, pero la insatisfacción es permanente entre los vecinos. 'Parece que la hubieran hecho sólo para los bares y para fomentar las terrazas; ni siquiera tiene un buen espacio para los niños, y cada vez el ruido va en aumento', se queja Ana.
Lo mismo piensa Armando Fernández, presidente de la recién creada asociación de vecinos de Chueca, formada por más de cien residentes en el sector. 'Nosotros todavía no hemos podido averiguar cuál es la filosofía de este lugar. Sencillamente no lo sabemos. Es una superficie diáfana sobre la que nadie nos ha preguntado nada', explica Fernández.
La situación de la plaza, ocupada casi en un 70% por mesas y sillas de los bares cercanos y en donde un vermut cuesta 900 pesetas (el mismo vermut vale 250 en un bar de una calle cercana) es sólo uno de los asuntos que preocupan al vecindario.
No se trata sólo, dicen, del reiterado incumplimiento de horarios de cierre por los locales, ni de la estética que presenta la plaza. Se trata, además, de un creciente problema de inseguridad -una tienda de la calle de Gravina ha sido atracada tres veces desde el pasado noviembre- y de las obras, que 'parecen el cuento de nunca acabar'.
En una encuesta hecha por los fundadores de la asociación vecinal, más de un centenar de personas manifestaron que sus principales motivos de queja son los ruidos, la inseguridad, la falta de limpieza, la estética urbanística y la falta de aparcamientos.
De ruidos, Ana, la vecina de la plaza de Chueca, sabe mucho. Hace poco más de una semana, el asunto pasó a mayores y, desesperada, cuenta que ya tuvo su 'primera bronca de la temporada'. 'Es horroroso. La gente se sienta en los bordillos de nuestros portales; el escándalo con los tambores es insoportable y encima, si les decimos algo, nos insultan', dice.
En una tarde de intenso calor como las que ha padecido Madrid en las últimas semanas, la plaza de Chueca es un hervidero humano. La salida del metro -que se halla en medio- está prácticamente interrumpida por mesas y sillas, y la diminuta zona que el Ayuntamiento ha destinado para los niños está cerca de una esquina donde el olor a orín se concentra y provoca náuseas. Hay mucho desaprensivo que no duda en desahogar allí la vejiga tras ingerir alguna litrona de cerveza. 'Realmente vivir aquí se está poniendo muy difícil', según Armando Fernández.
El fenómeno del botellón también se apodera cada día de la zona. En una de las esquinas de la plaza ya es común ver a grupos de chicos consumiendo alcohol en un ambiente festivo que, por lo general, acaba convirtiéndose en una pesadilla para los residentes. 'La prueba es que ya hay seis pisos en venta sólo en la plaza', dice con resignación otro vecino.
El otro problema que padece Chueca es, según los vecinos, 'la inseguridad'. José Moreno, el propietario de la tienda Trilogía, en el número 17 de la calle de Gravina, lo ha padecido en carne propia. 'A mí me han robado tres veces. Una vez me rompieron los cristales, y eso que son blindados. En un bar cercano a mi tienda agredieron hace poco a un portero que no dejó entrar a un grupo de personas', cuenta.
En la calle de Pelayo, José Álvarez, el encargado de otro establecimiento comercial, también ha sufrido robos. 'Me rompieron la luna y se llevaron todo lo que había en el escaparate'. En esa misma calle, otros dos locales han sido víctimas de atracos. 'Cada día hay alguien a quien le han robado. La sensación de inseguridad se ha incrementado', resalta Álvarez.
Dos chicas que trabajan en un quiosco de la calle de Augusto Figueroa tienen la misma percepción: 'Aquí hemos visto gente atracada a punta de navaja y pistola. Y lo peor es que no vemos policías de barrio. Esto cada vez va a más', dicen casi al unísono.
Armando Fernández cree que la sensación generalizada en el barrio es que 'existe un abandono total' por parte del Ayuntamiento. Pero el concejal del distrito Centro, Carlos Martínez Serrano, no lo cree así. 'De abandono, nada. Todas las obras que estamos haciendo son para mejorar el entorno', asegura.
Las obras a las que se refiere el edil son las que se realizan en las calles del Barquillo y Augusto Figueroa. A ésas se ha sumado también la calle de Hortaleza. A principios de año, la empresa Madritel introdujo el cable de fibra óptica y ahora una empresa contratada por el Ayuntamiento realiza la rehabilitación de las aceras.
Los vecinos se quejan de que las obras se han hecho de 'forma desordenada' y, al menos hasta ahora, sólo han propiciado el caos. 'Es que cierran y abren zanjas sin ningún control ni coordinación', explica Fernández.
El concejal Martínez asegura que, en el caso de la plaza de Chueca, se reunió en varias ocasiones con los vecinos para comunicarles en qué consistía el proyecto. Tras la rehabilitación, Martínez anuncia que habrá que reordenar la zona. 'La plaza no puede estar dedicada sólo a las terrazas. Eso vamos a corregirlo'. Sobre las obras, Martínez cree que éstas concluirán en octubre, al menos en las calles del Barquillo y Hortaleza. 'Los trabajos producen molestias, pero es como tener una casa y tener que cambiar las cañerías', explica.
El concejal asegura que no tiene ninguna denuncia respecto a los ruidos que, según los vecinos, se producen en la plaza de Chueca. Ni tampoco en cuanto al incremento de la inseguridad. 'Yo tampoco creo que la zona se haya hecho tan insufrible. Hay quienes consideran que los pisos se han revalorizado. Que algunas viviendas estén en venta no quiere decir nada a priori'.
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