Una rumba sin rumbo
Si ya casa poco la presencia de la compañía titular española en este festival poco selectivo en cuanto a calidad, abrumador por una oferta desmedida y caótico en sus horarios de estreno, peor ha sido comprobar el lamentable estado del conjunto. Tras la destitución de Aída Gómez se calmaron las aguas sindicales. ¿Y qué? Hoy se baila peor. Y el baile es sagrado. Es lo importante.
La función de anteanoche fue un desastre. Un aire provinciano y recurrente en los artistas, baile sin control, bises absurdos de los cantaores, bailarinas con sobrepeso, luces cabareteras y poca coordinación escénica. Además, el estreno es el intento errático de un debutante, Antonio Najarro, por hacer una coreografía elegante que se queda en lo cursi (el que le dieran un premio local en un concurso sin relieve no justifica su inclusión en el repertorio). Najarro es un buen bailarín de reparto que comienza ahora apenas a alcanzar papeles solistas. La falta de criterios coréuticos en el BNE ha provocado errores de bulto como éste y otros. A saber: solos excesivamente largos, que no se justifican; flamenco de fusión imitativo de los buenos hallazgos de otras compañías privadas, como Joaquín Cortés; alardes de mal gusto más propios de un tablao para turistas. Pero no todo el monte es amargo orégano. Algunos bailarines se mantienen en su rigor, como Jesús Córdoba (vestido por su peor enemigo) en el solo creado por Canales, donde hay dibujos muy interesantes y novedosos además de buena danza española, o los jóvenes Rubén Olmo y Mariano Galván, que salvan con su arrojo la única parte rescatable de Oripandó, una pieza absurda con tintes de ensalada campera.
Sin embargo, lo más entristecedor es ver cómo se baila Ritmos hoy día. No se trata de soñar con el esplendor, el brillo y el rigor de cómo era este verdadero clásico del ballet español moderno en tiempos de María de Ávila (con Aída Gómez, Ana González, José Antonio en los protagonistas, y en el trío de jóvenes Joaquín Cortés, Antonio Márquez y Antonio Canales: eran no sólo otros tiempos, sino otra era del ballet español). ¿Cuánto tiempo hace que el BNE no llama al propio Alberto Lorca para que refresque y repase su obra? Parece que mucho. El estilo sobrio y de perfume neoclásico que es el sello de Ritmos, la base de su estilo, ha desaparecido. Incluso buenos bailarines, como Aloña Alonso y Óscar Jiménez, lucen descentrados.
La estratagema de encandilar al público con rabiosos zapateados, miradas retadoras y jaleos con palmas es poco digno de una compañía pública que parece haber olvidado para siempre sus deberes para con el clásico español, el repertorio de la Escuela Bolera y tantas cosas más.
Ballet Nacional de España
Nereidas: Antonio Najarro / Javier Paxariño; Soledad: Antonio Canales / Enrique Bermúdez y Antonio Amaya; Ritmos: Anberto Lorca / José Nieto; Oripandó: Adrián Galia, Israel Galván, Isabel Bayón, Currillo / Varios. Teatro de Madrid. Jueves 31 de mayo.
Babelia
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