Sobra un cartelón de la Castellana
- Recuerdo a los responsables de la poda de árboles. 'Ahora que comienzan los calores tórridos sobre Madrid', dice Alfonso, 'envío un saludo muy especial a los responsables de las podas y talas salvajes de árboles madrileños que nos dejan sin sombra y al pairo de lo que el sol quiera hacer con nuestras cabezas'. Y agrega: 'Espero que sepan lo que sus actos implican y les deseo una buena ración de solana sobre sus crestas'.
- Vergüenza en Cibeles. 'Es una vergüenza que la pobre diosa Cibeles sufra en sus bellas carnes de piedra el vandalismo más desenfrenado por parte de unos señores que cuentan con la autorización de los responsables políticos de la ciudad', protesta Violeta. 'Me produce una indignación y una tristeza difíciles de definir', se lamenta.
- Obras sin controles de calidad. 'Las obras de todo tipo suelen pasar controles de calidad y de impacto medioambiental', comenta Jesús, 'pero yo no conozco de ninguna obra de levantamiento de aceras que pase por filtro de calidad alguno. Es bochornoso contemplar cómo proliferan las aperturas constantes e ininterrumpidas de zanjas en miles de aceras de Madrid que, casualmente', dice, 'suelen ser siempre las mismas'. Y añade: 'Pido que estas obras, que tanto fatigan a viandantes y conductores, sean sometidas a controles propios de sociedades que creen ser desarrolladas'.
- Río sucio, río cristalino. 'El otro día dí un paseo con mi esposa por la ribera del río Manzanares, a la altura del antiguo Parque Sindical', cuenta Roberto. 'Me escandalicé al ver el estado de suciedad y de abandono que presenta el río por toda esta zona, en contraposición al cuidado que muestra a su paso por algunas otras zonas de la ciudad, aguas abajo. Inmediatamente', continúa, 'me vino el pensamiento de que nuestros responsables autonómicos y municipales únicamente cuidan lo que se ve. Mi memoria alcanza a recordar cuando esta zona del río mostraba unas aguas cristalinas, unas playas limpias y un escenario para pasar la velada en armonía con la naturaleza y, curiosamente, era una etapa en la cual no teníamos la capacidad de controlar las acciones de los políticos, porque solo había uno que impedía a todos los demás hacer política', ironiza. 'Y que conste que no soy nostálgico de aquel régimen, ni mucho menos', puntualiza, 'pero es lamentable que en democracia algunas cosas básicas funcionen incluso peor que entonces'.
- Un martirio en ciernes. 'No quiero ni pensar en lo que nos espera en los próximos dos años con las obras anunciadas en Santa María de la Cabeza, la Gran Vía y la ampliación urbanística de la Castellana', suspira Rocío. '¿Hay acaso alguna persona con responsabilidad política que se haya planteado el martirio que se nos reserva?', se pregunta. '¿No sería posible que alguna de las administraciones -estatal, autonómica y municipal- tuviera en cuenta un escalonamiento de estas obras para no hacer insufrible la vida de los madrileños y de quienes nos visiten durante una etapa tan dura como la que nos espera?'
- Respiradero peligroso. 'Todos los días paso por una avenida en la que el asfalto queda interrumpido por un gran respiradero del metro', dice Julián. 'Cada día me pregunto por el número de autobuses, camiones y automóviles que cruzan por encima de esta pequeña zona y no puedo evitar preguntarme si ese respiradero es estrictamente necesario, por los riesgos físicos y materiales que implicaría en caso de que se venza y se trague a un autobús, por ejemplo'.
- Sobra el cartelón. 'Ahora que han abierto los ramales centrales de la Castellana, a la altura de Nuevos Ministerios, los vehículos pasan por debajo de un enorme cartel metálico en el cual la Comunidad anuncia las obras de ampliación del metro', cuenta José Ángel. 'Me pregunto si el gálibo está adaptado a todo tipo de vehículos o si, por darse importancia, la permanencia de este cartelón pone en peligro a quienes circulan por ahí'. Y se pregunta: '¿No sería mejor dejar el cartel fuera del alcance de las zonas más altas de los camiones?'
- ¿Qué hago con mis muebles antiguos? 'Tengo muchas dificultades para cambiar el mobiliario de mi casa, que pretendo renovar, porque no hay nadie que se haga cargo de los viejos enseres de los que quiero desprenderme', se queja Ana María. 'Tengo ya cierta edad y, aunque sí puedo contratar una furgoneta para que se los lleve, no sé hacia donde encaminarlos', subraya. 'Me gustaría que mis impuestos sirvieran para que estos problemas domésticos que toda persona puede tener encontraran una solución cómoda, económica y que no implicara el abandono de los muebles en un descampado cualquiera que, al parecer, es la única salida que se nos presenta a quienes estamos en mi situación', concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.