'La música es mi vida, y la condición humana, mi pasión'
Los que asistieron en el teatro de la Zarzuela de Madrid al predicamento mahleriano de Thomas Hampson tocaron el cielo. El barítono estadounidense, de 46 años, ha causado la sensación de un profeta del nuevo canto en la capital, donde sus dos actuaciones se han convertido en uno de los acontecimientos musicales de los últimos años. Y lo ha hecho con el mensaje terrenal, descarnado y desesperadamente humano de los lieder de Gustav Mahler, que cantó en su totalidad junto al pianista Wolfram Rieger, igual que en Amsterdam, Nueva York, Viena y Colonia. 'Lo mejor de esta obra es su sentido del humor, su capacidad de hacernos ver la naturaleza y a la gente como pertenecientes al reino de los sentimientos', dice. Una combinación perfecta para alguien que proclama: 'La música es mi vida, y la condición humana, mi pasión'.
Es el barítono del momento. El firme heredero de la casta de Dietrich Fischer-Dieskau, el gran cantante que no cesa de buscar, el que lleva adelante sus sueños -como hacer Don Giovanni, de Mozart, 'que no se acaba nunca'-, el que ya ha salido triunfante del examen de Verdi -aunque haya retos, como el Yago de Otello, que ha decidido posponer-, el que está demostrando su poder en algunas obras de Wagner. 'La cuerda de barítono, si afrontas tu carrera con inteligencia, da para cantar muchos años. Pero me gusta hacer cada cosa a su tiempo, porque los papeles deben cantarse con experiencia vital. Para Yago necesito tiempo para entender bien su dimensión', cuenta.
Y es que Hampson confía en durar muchos años encima del escenario, como su amigo Plácido Domingo, que, con 60 cumplidos, ya va diciendo que desde hace algún tiempo canta de regalo. Con él salió triunfante de una actuación conjunta en Parsifal, de Wagner, donde algunos afirmaron que había estado por encima del tenor. 'Los que han dicho eso estaban dormidos', señala el barítono.
Lo hace sin darse importancia, recién llegado de El Escorial, con chaqueta de lino azul, pantalones beis de turista rico y zapatillas de deporte verde eléctrico sin cordones, que le hacen parecer venido de otra galaxia, muy lejana. Allí ha visitado las estancias del marqués de Posa, el amigo de Don Carlos, un personaje que, rodeado de la piedra de Juan de Herrera, ha entendido ahora mejor: 'Viajo mucho y me gusta ir a los sitios que tienen relación con las cosas que canto. Posa, para un barítono, es muy importante; allí he comprendido la sombra y la luz de esa ópera, he visto la opulencia en la biblioteca, los contrastes'.
Pero quiere hablar de Mahler, el sujeto de su triunfo. 'Estos lieder son la clave de su personalidad, de su forma de ver las cosas. Las sinfonías muestran su genio artístico, el del músico que desmonta cosas para volverlas a construir, pero las canciones son muy íntimas', explica. 'Están escritas en primera persona, el estilo es inmediato, y así puede relatar cosas terribles, aunque lo hace con sentido del humor, que es lo que más me gusta. A veces debemos reírnos de lo que nos pasa para entendernos mejor. Mezclar también la tragedia, la pena o el miedo en pequeñas historias que dicen grandes verdades'.
Le va la grandeza de la ópera, pero también el calor íntimo de lo alejado de los fastos. 'Como músico y como persona, estoy fascinado por todas las formas de expresión, desde Verdi hasta Cole Porter. A pesar de las épocas, veo que el lenguaje del arte humano es el mismo, con diferentes prismas, colores. Lo grande es siempre lo que construyen los hombres'. Esta verdad la ha aprendido Hampson desde su pequeña ciudad de Washington State, donde nació en una familia muy religiosa y fascinada por la música. 'Para nosotros, la música era tan natural como el béisbol', asegura. De allí salió a recorrer mundos y a encontrarse con viejos maestros, como Leonard Bernstein o Wolfgang Sawallisch, y a formar parte de la guinda de los nuevos directores, como Simon Rattle, Antonio Pappano o Michael Tilson Thomas, que le idolatran. 'La diferencia entre los mayores y los jóvenes es escasa. Sólo está en sus currículos. Quizás en la estética de hoy y ayer. Los de ahora también son más espabilados. Rattle es capítulo aparte, es brillante, positivo y generoso, aunque, para mí, el genio siempre ha sido Daniel Barenboim'.
Todos le acompañan en su viva búsqueda del arte. 'Lo importante es aprender. La inspiración depende de tu sentido de la belleza. Pero mi deseo es crecer siempre; cuanto más aprendo, más quiero saber; soy un amante de Platón'. Y un devoto de los vínculos y la tradición. 'Recuerdo que conocí a alguien cuyo maestro le dijo haber visto pasear por las calles de Viena a Beethoven. Eso me impresionó mucho, porque era una historia transmitida oralmente de forma directa. Me di cuenta de la importancia de la tradición. Soy un hombre tradicional que ama a las vanguardias por eso, porque respeto el pasado y así puedo entender'.
Babelia
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