'Andalucía, como yo, es puro mestizaje, diáspora y movimiento continuo'
Ha llegado muy alto. Mira atrás y a veces no se reconoce. Del 'pintar por el placer de pintar' que practicaba dentro de la Nueva Figuración madrileña de los setenta, pasó al barroquismo para, en los noventa, zambullirse en lo conceptual. Ahora, este tarifeño irónico e internacional mira atrás y no se avergüenza de recuperar 'el placer de la pintura'.
Pudo haber muerto de éxito, pero siempre ha sabido desdoblarse y mirar su vida desde fuera. Morir de éxito para un artista es encontrar el filón, lo que a la gente le gusta, y explotarlo hasta la extenuación. Chema Cobo (Tarifa, Cádiz, 1952) ha llegado muy alto, tanto como a las salas del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde expuso en 1987. El artista, instalado desde 1997 en el pueblo malagueño de Alhaurín el Grande, puede parar ahora y reflexionar sobre su carrera gracias a la extensa muestra, Menos que nada, que recorre su trayectoria a través de las obras sobre papel -dibujos, acuarelas, tintas, gouaches, pasteles y collages-, además de repasar su obra gráfica. La exposición que podrá verse hasta el 24 de junio, dividida entre las salas sevillanas de Chicarreros e Imagen, es fruto de la colaboración entre la Consejería de Cultura, la Diputación de Cádiz y la Caja San Fernando.
Pregunta. ¿Qué siente cuando contempla casi tres décadas de su vida?
Respuesta. Me siento el camaleón que está mirando una tela de araña, que es él mismo, en la que va a caer una mosca; en la que también me reconozco. Es una forma de constatar que en mi obra hay similitudes, aunque no sean formales. He retomado muchas veces caminos distintos, como la tela de araña, para llegar al mismo sitio.
P. Pero, más que en camaleón o mosca, iconos recurrentes en su obra, ¿no se reconoce en el joker?
R. Si, me he autorretratado muchas veces en el joker, que para mí es una figura distante, malévola y traviesa. No llega a la gran palabra de transgresor, porque yo no lo soy. Me ajusto más a la travesura doméstica.
P. A usted se le califica siempre de artista político ¿está de acuerdo?
R. Hago lo que puedo. Por ejemplo, en el tema de los inmigrantes y las pateras, no se trata de convertir en arte algo que no es estético, pero sí de aportar notas para que la gente se conciencie de un problema que es real.
P. Los problemas de la inmigración ilegal han despertado ahora la solidaridad de muchos artistas, pero es un tema que usted ha tratado hace más de una década...
R. Sí, aparece en las pinturas y dibujos de mapas en los que altero las fronteras con África. Si fuera médico, atendería a los magrebíes que llegan a nuestra costa; pero como soy artista trato de concienciar a quien se acerque a mi obra. Nacer en Tarifa te hace sentirte muy cerca de África. Para mí es como haber nacido en medio del océano o del desierto, en tierra de nadie, y por eso no me gustan las fronteras.
P. Bélgica, Chicago, Nueva York, Japón, después de vivir tantos años fuera, ¿por qué se ha instalado en Málaga?
R. Porque la historia de Andalucía, como yo, es puro mestizaje, diáspora y movimiento continuo. Me atrae porque yo tampoco doy nada por definitivo.
P. ¿Cree que hubiera gozado de más reconocimiento de haber nacido en otra parte de España?
R. Creo que haber nacido en Andalucía tiene más cosas positivas que negativas. Si fuera catalán, por ejemplo, me habría visto obligado a ejercer de nacionalista.
P. Usted introduce palabras en sus obras, ¿utiliza el lenguaje como arma arrojadiza?
R. Las palabras dicen muchas cosas al mismo tiempo, a veces son como un espejo que refleja la confrontación. Nadie es dueño del lenguaje, hablamos con palabras prestadas y esa labor de huida es la que desempeña muchas veces el joker.
P. ¿La belleza estética de una palabra es equiparable a la de una imagen?
R. Vivimos bombardeados continuamente, a través de los medios de comunicación, por una cultura de imágenes. Por eso creo que tiene más efecto el papel evocador de una palabra que una imagen.
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