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Columna
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Alquileres

El ministro Trillo está pensando en crear una empresa dedicada a comprar tanques para alquilárselos al Ejército. Es como si yo montara una sociedad que adquiriera los bolígrafos que uso habitualmente y me los arrendara. Claro, que la Academia Militar de Zaragoza está custodiada por vigilantes jurados pertenecientes a una empresa de seguridad privada. Sólo falta que la policía empiece a combatir el crimen con detectives sacados de las páginas de anuncios por palabras. En cualquier caso, lo de Trillo tiene que tener alguna ventaja; de otro modo, en lugar de ocurrírsele al Ministerio de Defensa, se le habría ocurrido al de Sanidad. Hasta ahora, cuando las personas normales necesitaban un cepillo de dientes, lo compraban, pero quizá sea más interesante alquilárselo a una empresa puesta a nombre del hijo o del abuelo.

Todo esto puede parecer absurdo desde algún punto de vista, pero responde a una lógica (militar, por supuesto) a la que Gila habría sacado un partido enorme cuando era corresponsal de guerra. Es la misma lógica que hace que muchos jóvenes sean juzgados cada día por negarse a realizar el servicio militar, que no existe. Ventajas fiscales y metodológicas aparte, el hecho de que el Ejército no fuera dueño de sus pistolas podría dar lugar a situaciones muy estimulantes. Así, cuando un regimiento se retrasara en el pago del alquiler, se presentaría el cobrador del frac en medio de la batalla y requisaría los cañones, poniendo en evidencia al general de división moroso delante del enemigo. Y no valen excusas. A mí me quitaron hace años una máquina de escribir en medio de una novela porque había dejado de pagar los plazos. Una novela no es lo mismo que una guerra, es más importante la novela, pero no hubo forma de convencer al juez de que retrasara el embargo, aunque se me había ocurrido un final sorprendente.

El vicio de las subcontratas es tremendo. Le he preguntado a mi asesor fiscal si me convendría crear una empresa que comprara los periódicos que leo cada día con el fin de alquilármelos, y me ha dicho que estoy loco. Pero cuando lo que es bueno para el Ejército no es bueno para los individuos, la fe en la institución castrense sufre.

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