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Une y vencerás

Ni programa ni agenda ni argumentos ni carisma del candidato ni control de los medios de comunicación. Las elecciones se ganan antes de empezar la campaña electoral, como se acaba de demostrar en Italia. Con el actual sistema electoral ha habido tres elecciones generales: en 1994, 1996 y el pasado 13 de marzo. Tras la ruptura del centro, en las dos últimas elecciones el porcentaje total de votos de los partidos de izquierdas se ha mantenido constante, alrededor de un 42-44%, y el porcentaje total de votos de los partidos de derecha, también, alrededor de un 52-53% si se incluye entre ellos a la Liga.

La diferencia es que en cada una de las elecciones se han formado coaliciones electorales diferentes, de modo que la coalición que ha unido más partidos ha ganado y la que se ha dividido más ha perdido. La estrategia electoral ganadora está, pues, perfectamente nítida: une (a los tuyos) y divide (a los otros) y vencerás. La gran versatilidad de los partidos y líderes políticos al hacer y deshacer sus pactos y coaliciones electorales contrasta espectacularmente con la enorme continuidad de los ciudadanos a la hora de votar.

El actual sistema electoral italiano fue establecido con la intención de romper el centro político formado por la Democracia Cristiana y sus aliados, que había gobernado durante más de cuarenta años, y provocar una bipolarización del electorado que permitiera la alternancia. Pero no se consiguió establecer un sistema electoral completamente mayoritario, debido a la fuerte resistencia de los múltiples partidos medianos y pequeños ya existentes, sino un sistema mixto de mayoritarismo y representación proporcional, el cual no ha impuesto un sistema de dos partidos, sino dos coaliciones multipartidistas.

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En las primeras elecciones, en 1994, las dos coaliciones mayores fueron, a la izquierda, los Progresistas, que agrupaban a los comunistas, los ex comunistas, los ex socialistas y los verdes, y a la derecha, el Polo, que agrupaba en torno a Forza Italia, a la Liga en el Norte y a los posfascistas en el Sur. Todavía subsistió entonces un centro de ex democristianos que obtuvo un sexto de los votos. Pero la coalición de derechas ganó con unos diez puntos porcentuales de ventaja sobre la coalición de izquierdas, es decir, más o menos por el porcentaje que la Liga le había aportado. Pero el Gobierno de derechas, presidido por Berlusconi, duró poco, precisamente porque la Liga lo abandonó en el Parlamento e hizo posible el ribaltone, es decir, provocó la alternancia sin elección.

Cuando se convocaron nuevos comicios adelantados, el centro desapareció, la coalición de izquierdas sumó por el centro y ganó, mientras que la coalición de derechas restó y perdió. Concretamente, la nueva coalición de El Olivo reunió a todos los grupos que ya habían formado los Progresistas más un numeroso grupo de ex democristianos de centro, incluido Romano Prodi, que fue el candidato vencedor a primer ministro. Los comunistas refundados (RC), aunque ya no figuraron formalmente en la coalición, mantuvieron un pacto de desistimiento en los distritos uninominales y en el Senado para que hubiera un solo candidato de izquierdas en cada lugar. En cambio, el Polo de 1996 perdió, con respecto al de dos años antes, a la Liga en el Norte y también a un pequeño grupo fascista en el Sur (MS-Fiamma), lo cual fue clave para que a la derecha se le escaparan por los pelos un cierto número de diputados en los distritos uninominales. En proporciones globales de votos, hubo prácticamente un empate entre las dos grandes coaliciones, con la Liga en medio. De hecho, el Polo ganó en votos en los distritos de representación proporcional, pero perdió en los uninominales y en el Senado. Fue el sistema electoral el que dio a El Olivo una sobrerrepresentación en escaños de unos diez puntos porcentuales, lo cual le permitió formar Gobierno. Pero, como es bien sabido, el Gobierno de las izquierdas no logró mantener una continuidad: Prodi fue sustituido primero por un ex comunista y luego por un ex socialista, a los que sucedió un ex verde, Rutelli, como candidato a primer ministro en la siguiente elección.

En ésta, el pasado 13 de mayo, El Olivo restó por la izquierda y por el centro, y perdió, mientras que el Polo sumó y ganó. Esta vez, tanto los comunistas refundados como el ex fiscal Di Pietro, al parecer decepcionados por las políticas económica y exterior, y por la poca energía limpiadora, respectivamente, del Gobierno saliente, no quisieron ningún pacto y presentaron candidatos propios tanto en la representación proporcional como en los distritos uninominales y en el Senado, lo cual hizo perder un cierto número de escaños al centro-izquierda. En cambio, el Polo, si bien perdió algunos votos democristianos en beneficio de una nueva candidatura llamada Democracia Europea, compensó sobradamente esta pérdida mediante la reintegración tanto de la Liga como de los fascistas de Fiamma en la coalición (a lo que aún añadió el minúsculo apoyo de un nuevo partido socialista formado por ex amigos y parientes del fallecido Craxi). El resultado es que la coalición de centro-derecha ganó como Polo Norte y como Polo Sur, obteniendo casi el 50% de los votos y unos quince puntos de ventaja respecto del deshojado Olivo.

El resto de los cambios en el reparto de votos se puede explicar por reasignaciones entre partidos de la misma coalición, en general a favor de los componentes relativamente moderados dentro de cada una de ellas, es decir, a favor de la Margarita de Rutelli a costa de los ex comunistas de los Demócratas de Izquierda, y a favor de la Forza Italia de Berlusconi a costa de los ex fascistas de Alianza Nacional. El sistema electoral ha hecho el resto, dando al Polo una sobrerrepresentación en escaños de unos nueve puntos porcentuales.

Está claro, pues, que un Gobierno puede perder las elecciones si sus socios le abandonan, lo cual tiende a ocurrir si la gestión gubernamental provoca decepción y lleva a algunos a arriesgar la supervivencia en su propia barca antes que hundirse en el trasatlántico. También Berlusconi deberá tratar de contentar y mantener a sus diversos coligados. Pero, a diferencia de lo que le ocurrió hace siete años, ahora no podrá ser derrocado en el Parlamento por la Liga porque ésta ya no cuenta con los escaños suficientes para desempatar.

Josep M. Colomer es profesor de investigación en el CSIC y la UPF.

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