'Echo de más un Gobierno de derechas'

No parece nostálgica. No echa de menos casi nada. 'Más bien, echo de más', dice la madrileña de risa mastodóntica. ¿Qué? 'Pues este Gobierno de derechas, por ejemplo. Aunque soy una demócrata de pies a cabeza, preferiría cambiarlo'. Para Ana Belén no sirve ese dicho cavernario que reza: 'A los veinte incendiario y a los cuarenta, bombero'. Está a punto de cumplir 50, con perdón, pero no se nota, ni de lejos ni de cerca. Se le pueden quitar 15 años de encima, así, a primera vista. Sigue combativa, como se nota, y muy activa, mezclando el cine con las giras, el teatro y los discos.

Hoy, lunes, sale a la venta el disco Peces de ciudad; en Argentina se ha estrenado ya Antigua vida mía, la película que ha hecho con Cecilia Roth, y el próximo 9 de junio se lía la manta a la cabeza junto a Víctor Manuel para empezar su gira Dos en la carretera, que les llevará por 70 ciudades de España y América hasta diciembre. Allí, por el otro lado del charco, ambos andarán con los oídos bien abiertos para traerse algunas canciones. Como ha pasado con Puerto viejo, una pieza de Luis Ángel Castro que descubrieron en Costa Rica y que han incluido en el nuevo disco: 'Estábamos allí, en ese país adorable, discreto, de esos que poco a poco, pasito a pasito, ha ido consiguiendo cosas, y escuchamos esta canción. La he incluido en el disco y nos ha escrito para darnos las gracias un ministro de su Gobierno'.

'Canto porque me veo reconocida en esa gente que entrega, que da cosas a los demás'

Pero hay otros compositores de lujo dentro. Víctor Manuel, Fito Páez, Joaquín Sabina. Precisamente este último da título al disco con la canción que lo cierra. 'Se lo pedí hace mucho. Le dije: 'Oye, a ver cuándo me haces una canción', y me respondió que tenía muchas'. Total, que un día les invitó a su casa y escucharon maquetas y cosas que Sabina cantó con la guitarra. 'Finalmente él quería que me llevara Peces de ciudad. Me dijo: 'Te la doy con mucha rabia porque sé que la vas a cantar mucho mejor que yo'.

Sonríe y enfatiza con su aura de musa de los progres cada cosa que cuenta. Va vestida de verde, con un chaleco de lana que le deja los brazos al aire, un pantalón a juego y zapatos negros de diseño zen.

Para Ana Belén, Peces de ciudad es una canción que le va mucho, que habla piadosamente de ese zoo marítimo sin playa y sus habitantes, que perdieron las agallas en las grandes urbes. ¿Se ha rendido ante algo? 'No creo', salta ante la remota posibilidad de responder otra cosa. Pero la pregunta desarma algo esa risueña serenidad que da muchos ánimos a sus admiradores. Se ve porque empieza a jugar con su anillo de plata de aire hippy. 'En mi caso hago todo lo posible porque no sea así. Hay cosas que te desencantan mucho, pero conmigo no pueden. El secreto es que tengo siempre un propósito por el que luchar, aunque también hay que reconocer los pequeños fracasos'.

Y éstos los reconoce Ana Belén porque, según ella, es muy observadora. En resumen: 'Conservo mi sentido de la lucha a pesar de mi manera de ver las cosas, que es pesimista', confiesa. Tampoco quiere ponerse pesada, pero reclama su porción de andanada: 'A este comienzo de siglo XXI hemos llegado con valores desgastados, viejos, con desánimo, frustraciones...'. En fin, que ella no cree que se pueda ser persona sin unas mínimas raciones de desencanto.

Su capacidad de observación le aviva el arte: 'La sociedad te da motivos para decir cosas a la gente. Canto porque me veo reconocida en las personas que pasan por la calle, en esa gente que entrega, que da cosas a los demás'.

No como el Gobierno de José María Aznar, según ella. 'No soy nostálgica, no echo de menos cosas, más bien echo de más este Gobierno de derechas'. Pues, ¿cómo? 'No les interesa la cultura, no la entienden, se acuerdan de algunos nombres rimbombantes para poner en los cargos; que hay que nombrar director de la Biblioteca Nacional, pues ¿a quién tenemos? No muchos, la verdad, pues a éste. El cine es un desastre, el teatro no existe, la educación, cada vez peor. Socialmente, ni te cuento, tremendo, pocas ayudas, más pobreza. En la emigración, vergonzoso, para atrás. Vas por América Latina y se te cae la cara de vergüenza cuando te preguntan ¿qué os hemos hecho en España para que nos tratéis así? A lo mejor es que hace tiempo nos ayudaron a los exiliados y es justamente por eso; son tan enrevesados...'.

Luego pasa a otro tema. El de los hombres, los padres. El de ese Víctor Manuel en crisis porque los retoños se le marchan del regazo: 'Sois muy callados, los hombres, siempre os culpo; no os pasaría lo mismo si exteriorizarais más lo que os ocurre. Deberían dar un cursillo para soltar lo que tenéis dentro', ataca. 'Sentís mucho que se vayan los niños de casa, y ya, cuando son niñas, aquello es la marabunta'.