El Atlético se evapora en Lleida
Los rojiblancos sólo empatan ante el colista, ya descendido, y se alejan aún más del ascenso
El Atlético empató y se evaporó en Lleida. Quedó convertido en pequeñas partículas flotantes entre el cielo -el ascenso- y el subsuelo -cualquier otra posición- de una campeonato, el de Segunda, con el que tendrá que aprender a relacionarse. Seguramente dispondrá de 365 días extras para profundizar en los misterios de una categoría que nunca ha entendido. Nada. No ha entendido nada.
Con las victorias del pasado sábado del Tenerife y el Betis calando hasta las temblorosas tibias de los jugadores rojiblancos, el equipo madrileño salió al campo aturullado. Con ganas, eso sí, pero muy confuso. Ni el suizo Wicky, que no pasó de representar el mediocre papel de eslabón en la cadena de pases horizontales entre los centrales, ni Hugo Leal, jugando al enredo con su exasperante querencia al regate, consiguieron dar claridad al mapa de juego rojiblanco.
LLEIDA 1| ATLÉTICO 1
Lleida: Busquets; Javi García, Vlademir, Óscar Álvarez, David Díez; Raúl Garrido, Vitali, Moreno, Vílchez (Joel, m. 94); Nakor (Oriol, m. 64) y Renaldo (Josemi, m. 66). Atlético: Toni; Santi (Roberto, m. 68), Juan Gómez, Hibic, Fagiani (Correa, m. 46), Aguilera, Wicky (Hernández, m. 84), Hugo Leal, Luque, Dani y Kiko. Goles: 1-0. M. 43. Pase en profundidad de Raúl Garrigo que Renaldo, tras deshacerse de Gómez y Toni, aprovecha para marcar desde el área pequeña completamente solo. 1-1. M. 71. Centro desde la derecha de Juan Gómez y Correa entre dos defensores cabecea con fuerza y por centro a la red. Árbitro: Arcas Piqueres. Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Vílchez, Raúl Garrido, Moreno, Nakor y Josemi y a los visitantes Juan Gómez, Wicky y Kiko. Expulsó por doble amarilla al jugador del Lleida Vlademir (m. 62). Unos 6000 espectadores en el Camp d ' Esports de Lleida. Asistieron cerca de 2000 aficionados del atlético de Madrid desplazados desde la capital.
'¡A las bandas, por mi vida!', se desgañitaba el técnico, Carlos Cantarero, mientras paseaba inquieto. Pero ni Luque ni Aguilera captaron el mensaje. Ninguno de los dos abría el campo, empeñados como estaban en variar de rumbo hacia el centro una vez llegaban a los tres cuartos de cancha. Así, todos los jugadores rojiblancos se concentraban en la misma zona del campo, como si buscasen el calorcillo de la proximidad de los compañeros en un momento difícil. Mientras, en el área, Kiko retozaba por el césped dando volteretas y observando con desesperación que la pelota ya no es su amiga y le rehuye. Cada vez que el jerezano daba un esteril salto o caía por el suelo, más de uno de los miles de aficionados rojiblancos que viajaron a Lleida pensó en Salva. El delantero, que ha marcado 20 goles esta temporada, es la única referencia en ataque.
El Lleida se defendía y contratacaba con peligro. Un juvenil, Vílchez, se atrevía a organizar rápidos avisos de peligro apuntando muy buenas condiciones. Moreno dejó adherido al larguero un adelanto de lo que se avecinaba tras cabecear sin oposición. Era el minuto 12. El Atlético tenía el balón, e incluso oportunidades de alojarlo en la portería del club catalán, pero un par de veces Kiko, otras tantas Dani y alguna un bullicioso Luque, fallaron sus ocasiones.
Eso hasta que Toni, un ágil portero con una extraña habilidad para encajar goles innecesarios, facilitó un pasillo a Renaldo hasta la línea de gol. En el mismo paquete, junto Renaldo, iba el balón.
Los rojiblancos se veían en una insospechada y, sin embargo, recurrente situación: la de ir perdiendo cuando se suponía que ni podían, ni debían, ni era lógico que perdiesen. Nada nuevo. Universidad de las Palmas, Elche, Eibar... la lista de inesperados fracasos es lo suficientemente larga como para pensar que no se trata de un asunto de mala suerte.
Tocaba asedio y Correa entró sustituyendo a Fagiani tras el descanso. El Atlético atacaba. A veces creaba ocasiones. Bastantes veces. Pero las creaba y las fallaba. Hasta diez ocasiones dispuso hasta que Juan Gómez ejerció de extremo derecho y metió un balón para que Correa lo cabecease con rabia a la red. Quedaba media hora. Media hora de desesperación en la que los madrileños cercaron a Busquets con el empeño heroico de quien busca un imposible y el Lleida, con un hombre menos por la expulsión de Vladimir, contratacaba, poco, pero con muchísimo peligro. Josemi dispuso de dos oportunidades clarísimas para arrebatar al Atlético hasta ese mísero punto que de poco le vale.
Y es que ayer, en un pequeño campo desde el que se avistaban los edificios de viviendas de ladrillo colindantes, el Atlético respetó el guión al que se ciñe desde que comenzó la temporada: el de equipo extraño en tierra hostil que no entiende nada y al que nadie es capaz de entender.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.