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Un cantaor famoso y un inspector fiscal

La policía calcula que el chiriguito de Los Mellis copaba el 10% del mercado de venta de droga de Las Barranquillas. Una cifra nada despreciable si se tiene en cuenta que cada día se vende en el poblado alrededor de kilo y medio de droga, a una media de medio gramo por cliente, aunque la mayoría compra una micra (una décima de gramo), a razón de 1.000 pesetas la de cocaína y entre 600 y 700 pesetas la de heroína.

Los Mellis obtenían unos beneficios netos de unos cinco millones de pesetas al mes de sus 300 clientes diarios, que en ocasiones -sobre todo viernes y sábados- formaban colas para abastecerse de las dos drogas, que, mezcladas, consumen en chinos, esto es, aspirando con un canutillo el humo que la vaporización de la sustancia produce al ser quemada sobre un pequeño canalón hecho con una hoja de aluminio.

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Llamando a las puertas del infierno

Pero no todos los clientes de Los Mellis y otros chiringuintos del poblado son politoxicómanos terminales. Hay muchos que vienen de otras regiones, especialmente de Galicia, a bordo de taxis u otro tipo de transporte. En ocasiones se ven hombres y mujeres bien maqueados (vestidos) que destacan entre los habituales toxicómanos de aspecto enfermizo.

En cierta ocasión, la policía sorprendió a un famoso cantaor con su técnico de sonido; en otra, a un inspector de Hacienda que iba con su sobrino; otra vez, a la esposa de un arquitecto que iba con su chófer a proveerse de cocaína 'para un cóctel que tenía por la tarde', según confesó a los policías, y también a un abogado prestigioso que, dada su fuerte drogodependencia, terminó por cerrar el bufete y quedarse de machaca en el poblado.

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