Siete días de espera en Barajas y un parto en ambulancia
Una kurda embarazada logra salir de la sala de asilo del aeropuerto al sobrevenirle el alumbramiento
Kelnaz Hasan tiene 26 años y unos ojos azules que mudan a transparentes con las lágrimas. Con su hija recién nacida en brazos, llegó a las 8.00 de ayer al hospital La Paz. Viviane, la pequeña, estaba todavía cubierta por la placenta y unida a su madre por el cordón umbilical.
Kelnaz había pasado la última semana en la sala de asilo del aeropuerto de Barajas en compañía de su hijo de tres años, Honás. Esperaba el resultado de la solicitud de asilo político que pidió al llegar procedente de Ammán (Jordania). Aunque su pasaporte es sirio, ella se identifica como kurda y dice que llegó a Madrid con su marido, Ismael, de 28 años. Al día siguiente -el pasado jueves- Ismael desapareció y nadie ha vuelto a saber de él. Cada uno de estos siete días Kelnaz se ha quejado de dolores en el vientre que le anunciaban el parto.
El marido de Kelnaz desapareció al día siguiente de llegar ambos a Madrid desde Jordania
Ayer se lamentaba porque ni uno de los siete días ha conseguido que alguien le hiciera caso. Hasta que a las 7.45 de ayer, dos policías avisaron al médico del aeropuerto ante la inminencia del parto. Kelnaz fue introducida en una ambulancia hacia el hospital de La Paz. A mitad de camino, la pequeña Viviane decidió que ya era hora de nacer y lo hizo en el interior del vehículo.
Pese a que Kelnaz y Viviane se encontraban bien, según los médicos de La Paz, ella pasó la mañana en la habitación 1406 llorando, sola y preguntando por su Honás. 'My baby, police', alcanzaba a decir en su escaso inglés. 'Desde que ha llegado no para de preguntar por su hijo, y nadie sabe dónde está', comentó una enfermera a las tres de la tarde. 'Al final, estamos todas tan angustiadas como ella. Lo peor es que se ha negado a comer y beber hasta que venga su hijo', añadió.
Honás, que el próximo 16 de agosto cumplirá cuatro años, se quedó con la policía en la sala de asilo de Barajas. 'Te rompía el corazón verlo', recordaba Manuela Cornejo, miembro del Comité de Solidaridad con Oriente Próximo, que se volcó en el esfuerzo de devolver al chiquillo con su madre. 'No paraba de llorar y, cuando nos veía, se agarraba a los policías. Sin su madre, al final era a los únicos que conocía', se lamentó Cornejo.
Honás lloraba en el aeropuerto mientras su madre se angustiaba en el hospital sin poder comunicarse con nadie. Sólo habla kurdo y no tenía ni idea de dónde y con quién estaba su hijo. Cuando un periodista de EL PAÍS entró en la habitación, a las 14.00, la mujer se abalanzó sobre su teléfono móvil, sacó un papel arrugado que ocultaba bajo la almohada y llamó a su único contacto en España: otra mujer kurda de Siria, llamada Laila. Cuando ésta le dijo que no había logrado averiguar nada de Honás, Kelnaz rompió a llorar. 'Honás, my baby, police', repetía.
Kelnaz e Ismael, su marido, abandonaron Siria hace dos años. Él es militante de un partido que lucha por los derechos del pueblo kurdo en este país de Oriente Próximo. Pese a que la mujer estaba ya en avanzado estado de gestación, decidieron que era hora de buscar otra vida mejor que la de exiliados en Jordania.
Abandonaron Ammán con un billete con destino a Cuba y con escala en Madrid. La primera noche en Barajas durmieron en un banco de la sala de tránsito. Sin embargo, cuando Kelnaz despertó su marido no estaba con ella. Le buscó, con Honás agarrado a su mano y Viviane en su vientre, por toda la sala de tránsito. Pero él había desaparecido.
'La policía sabe, por el billete de avión, que viajaba con ella', explicó ayer Rafael Torreblanca, el abogado de oficio que asiste a la mujer en su demanda de asilo. 'Puede haber huido, haber continuado hacia Cuba o haber vuelto a Siria', comentó.
¿Cómo puede un hombre dejar a su esposa sola, en un aeropuerto lejano, embarazada y con un niño de tres años? Carlos Kurdi, representante en España del autodenominado gobierno federal kurdo en Siria, apunta una respuesta: 'Ella estaba a punto de dar a luz, y por razones humanitarias tenía posibilidades de quedarse en España. Él no. Si la policía lo hubiera enviado a Siria, su destino como kurdo huido del país estaba claro: ser fusilado', explicó.
La madre pidió asilo cuando se encontró sola. Su trámite no fue fácil: Kelnaz no podía entenderse con la primera intérprete, una joven palestina que hablaba árabe, y apenas con el segundo, un kurdo de Iraq que hablaba otro dialecto. El Colegio de Abogados le asignó un letrado y el asunto se remitió a la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior para que decidiera.
Mientras, Kelnaz repetía que iba a dar a luz. Sus cuentas no le fallaban. 'No es humano que, después de una semana, el parto haya sido en la ambulancia. Será por falta de tiempo para que las autoridades lo hayan previsto...', se quejó Kurdi.
Carmen Cornejo, mientras, se asombraba por lo que estaba costando poder reunir a Kelnaz y a su hijo Honás. Acudió a Barajas a recoger al chiquillo a las 14.00 y se encontró con un mensaje de la Fiscalía del Menor que decía que el niño estaba en situación de desamparo y debía ser trasladado al centro de acogida de menores de Hortaleza. '¡Pero si estábamos allí para ir a buscarle!', exclamó.
Para que el niño pudiera abandonar el centro de la Comunidad era necesaria una autorización escrita de la madre y una fotocopia de su pasaporte. Cornejo buscó un intérprete y corrió al hospital a por la autorización. Pero el pasaporte estaba en el aeropuerto. Nuevos trámites y más desesperación en la madre: no entendía nada y su hijo seguía sin llegar.
Cornejo acudió al centro de menores a explicar lo sucedido: no había nada que hacer; necesitaban la fotocopia del pasaporte. Llamó al aeropuerto a pedir que la policía le mandara una copia por fax, pero le respondieron que necesitaban una solicitud del centro de menores explicando la demanda. Tras unos cuantos intercambios de fax, a las 21.00 quedó resuelto el papeleo. Al fin, Honás jugaba anoche en la habitación de La Paz con los hijos de Laila. La sonrisa había vuelto a la cara de la madre y el niño. Éste miraba a su hermanita con una mezcla de asombro y curiosidad. La madre irradiaba felicidad.
Queda ahora pendiente la resolución de la petición de asilo. Pese a que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) emitió un informe favorable sobre el asunto, la Oficina de Asilo y refugio denegó el visado. Hoy debería conocerse el dictamen definitivo tras el recurso presentado por el abogado Torreblanca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.