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VISTO / OÍDO
Columna
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En el jardín

'Tener razón antes de tiempo es como no tenerla': decían los comunistas: así han terminado. Se zampaban a los que tenían razón, y ellos podían seguir, ufanos, en el error; pero luego, por lo menos, hacían una autocrítica, o un análisis, en el que volvían a condenar al que había acertado. Siempre hay motivos para atacar a un clarividente. El destino del zampado era peor: el de un aguafiestas. No lo iban a regurgitar. Y peor todavía si se le ocurría exclamar el terrible '¡Ya lo decía yo!'. ¿Quién sabía si no había sido el razonador el que había producido el mal resultado, por anunciarlo? El 'ya lo dije yo' era y es una falta de educación; más imperdonable.

Se vuelven a zampar, a castigar, a ahuyentar y separar al insensato, después de llamarle 'pesimista', que es una de las cosas peores que se pueden llamar en política. Pesimista es el que ve llegar los acontecimientos por una serie de indicios y no coinciden con los planes de los listos, de los enardecidos: de los terribles, funestos y colorados optimistas. Recuerdo que yo, a veces, decía a algunos del partido que su ilusión no servía, y me contestaban que yo no tenía los datos que tenían ellos. En efecto, yo tenía los buenos: pero me quedaba atónito y pensaba que podría ser cierta su afirmación. Una vez un joven diplomático que trabajaba clandestinamente para el partido de Tierno Galván me anunció una próxima revolución en España. 'Contamos con la Guardia Civil', me dijo; y me aparté rápidamente de él. Más bien se apartó él, porque su ministerio le mandó a Nueva Delhi: a conspirar.

El que tiene razón antes de tiempo no debe insistir en ella, ni antes ni después. Yo situaba estas cosas en el pasado, en un tiempo raro, pero no es cierto; creía que no resistirían la transición; pero todo ha resistido a todas las transiciones, y estas cosas son permanentes. La psicología del que manda no depende de la democracia; y la democracia no depende de la verdad, y la verdad no pueden tenerla los que están fuera de situación, y la situación que no cambia es porque ella misma no tiene razón, y en eso se parece mucho al que la tiene antes de tiempo. Tampoco está claro que la pueda tener a tiempo, o que la pueda haber tenido. Dicho de otra forma, hay quienes tienen razón siempre, aunque los hechos no lo confirmen. Son los hechos los que no tienen verdadera razón.

Se empieza a escribir por algo y al final no se sabe por qué. '¿Qué estaba yo diciendo?'. Es también una frase frecuente del que 'se ha metido en un jardín', como dice el argot del teatro.

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