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Reportaje:

Un palacio de quita y pon

La fábrica de Porcelanosa de Vila-real se transformó el viernes para albergar la cena con Carlos de Inglaterra

María Fabra

Ya lo dijeron el día que anunciaron la celebración de la cena que se celebró en la noche del viernes en Porcelanosa. 'Ni se nos ha ocurrido ponernos a evaluar el coste. No se ha marcado un presupuesto'. Con esta premisa, la del cueste lo que cueste y sin reparar en gastos, Porcelanosa se enfrentaba a la organización de una cena con el heredero de la corona británica, el príncipe Carlos de Inglaterra, como máximo invitado. Pero se tuvieron que ajustar a otro tipo de límites.

Una fábrica no es un salón preparado para grandes fastos. Sin embargo, a la nueva nave industrial de Porcelanosa se llevó todo lo necesario para que pareciera un palacio. Todo prefabricado, todo de quita y pon. Una mesa hecha a medida, vajilla y cristalería reales traídas desde el Reino Unido, flores holandesas, champán francés, gasas, música de cámara, moquetas, columnas... Todo un decorado de cine para poco más de tres horas de historia. Un contraste absoluto con las máquinas de las líneas esmaltadoras, prensadoras y hornos que no facilitaron la aireación de la nave.

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El mismo contraste cubrió toda la noche que acabó con la española tuna. Ante la fatídica cifra de 452 invitados, la empresa había de compaginar amigos, compromisos y glamour para lograr el fin último del acto: el homenaje al que fue presidente del grupo Porcelanosa, José Soriano, que falleció el pasado mes de diciembre en un accidente de tráfico.

El sentarse en la mesa que ocupaba el lateral derecho de una de las líneas de esmaltadoras que no dejó de funcionar exigía etiqueta y traje largo. Para los locales, ni el esmoquin ni el traje largo se sitúa entre las prendas de habitual uso. Pero se hicieron con ellos, acudieron a la peluquería, no se cargaron de joyas y fueron a la cena. Sin embargo, su estampa también chocó con la de los invitados VIP. Sofía Loren, Isabel Preysler, Carmen Martínez Bordiu e Ira de Fürstemberg, caras de casa, llegaron y lucieron las mejores de sus sonrisas. Amables y desechas en elogios hacia la firma castellonense, lograron la mayor cantidad de flashes. Todas optaron por el negro, acorde con los colores de la mesa. En otro plano, Inés Sastre rompió con un vestido beige y un simple recogido de pelo. El glamour se mantuvo durante los cerca de 60 minutos que duró la entrada de los invitados. Sin embargo, la publicidad de una lista de invitados sin confirmar dejó a la vista las ausencias.

Entre los más cercanos, territorialmente hablando, destacó la ausencia del presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que hubo de acudir al cierre de la campaña vasca. Sí estuvo el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, amigo personal de la familia Soriano, y la ministra de Ciencia y Tecnología, Anna Birulés. El secretario de Estado de Comercio, Juan Costa, el vicepresidente del Consell, José Luis Olivas, y los consejeros de Economía, Vicente Rambla, y de Industria, Fernando Castelló, también ocuparon una de las baldosas de 60 centímetros de la que disponía cada comensal.

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La fastuosidad del evento también contrastó con el escaso protagonismo de los anfitriones, destacable en el caso de los hermanos Colonques y sorprendente en las hijas y la viuda de José Soriano, máximas accionistas de la industria. De hecho, la viuda, Asunción Manzanet, acudió a recibir al príncipe Carlos a su llegada a Vila-real y disculpó su asistencia a causa del duelo.

Porcelanosa se preparó y vivió una jornada inolvidable. Pero al otro lado de la valla, este municipio de cerca de 40.000 habitantes, en el que no todos estaban orgullosos de la celebración del fasto, se echó en falta la visita del heredero de la corona británica a la basílica de su querido patrón San Pasqual. Así, apenas fueron 40 las personas que se acercaron al vallado para curiosear la entrada a la cena. Unas 40 personas entre las que se encontraba un grupo de ecologistas que manifestaron su protesta por las centrales nucleares, las térmicas y las incineradoras, mientras de la solapa de Carlos de Inglaterra colgó, durante todo el día, un lazo verde.

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