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Reportaje:

Cómo aprobar ciencias y además divertirse

Más de 800 escolares muestran sus experimentos en la feria divulgativa de la investigación

Las matemáticas no tienen por qué ser un suplicio, ni la física, el peor enemigo. Con el objetivo de demostrar esta premisa a los alumnos más jóvenes, la Consejería de Educación, en colaboración con Ifema, ha organizado por segundo año Madrid por la ciencia, un certamen que pretende despertar en los más jóvenes la pasión investigadora. Más de 800 escolares de 40 centros se han puesto la bata blanca y se encargan de explicar a los visitantes del pabellón 6 del recinto Juan Carlos I la cara más amable de la ciencia: esa que hace más cómoda la vida de los seres humanos.

El colegio Parque Aluche anuncia en su expositor los prodigios de un gusano. Y Ángel, un niño de segundo de primaria, explica fascinado, mientras hila seda en una bobina, que 'son gusanos que comen morera, hacen un capullo, sale una mariposa, pone huevos y se muere'.

El instituto Ignacio Ellacuría invita a hacer una máquina de fotos con una caja de galletas
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No es el único milagro del que se puede ser testigo en esta feria, abierta al público entre las diez de la mañana y las ocho de la tarde y que finaliza el domingo. Los institutos Atenea y Doctor Marañón prometen 'remedios caseros para quitar manchas'. Y una madre va y pica: '¿Cómo puedo quitar el chicle?', inquiere. 'Pues con insecticida'.

Todo el pabellón rezuma ciencia. En la misma puerta, un hombre ofrece ver el sol por un telescopio. 'Lo ves amarillo por el filtro, porque el sol es blanco. Lo que ocurre es que, si no lo pusiéramos, te haría un agujero en el ojo por el efecto lupa', explica el gestor de tan admirable invento. A su lado, una caseta se anuncia a todo trapo como el 'túnel de sensaciones'. En él, y a oscuras, un grupo de chavales bucea en humo blanco de discoteca y uno de ellos recuerda: 'Oye, tú, que está prohibido meter mano'.

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Pero no todo es tan carnal en la feria. El instituto Las Lagunas explica la 'magia del CO2'. Julio, de segundo de bachillerato, cuenta que este compuesto -que introduce en una probeta en forma de nieve carbónica- es capaz de apagar el fuego. Y lo demuestra poniendo en frente una cerilla. 'Ocurre lo mismo cuando soplamos', asegura. Lo introduce en agua y se vuelve gaseoso -es la 'sublimación', aclara a los profanos- y luego ofrece al visitante echar un trago. 'Algunos dicen que sabe salado. Otros, que sabe amargo. Incluso ha venido uno que me ha dicho que sabía a fresa', comenta con sorna.

Los sentidos ocupan metros y metros en el pabellón de la ciencia. Los institutos Dámaso Alonso e Isaac Newton ponen los cinco a prueba. Desde el olfato, en un aparato cerrado con un ventilador que huele a incienso y del que un estudiante lamenta que no sea un porro, hasta el oído, en un aparato en el que se puede probar que funciona el minimagnetófono. Y funciona: el pequeño altavoz tiembla apabullado por una música del estilo bakalao y un semáforo que titila al ritmo que le imponen.

La importancia de la salud también causa estragos en la feria. Además de propaganda contra el tabaco y la posibilidad de comprobar allí mismo la capacidad pulmonar de uno, el instituto Palomeras-Vallecas ha instalado todo un gimnasio. Los alumnos, vestidos de deportistas natos, atienden a todo aquel que se acerca en el expositor bajo el título Condición física y salud. Unos saltan, los otros miden su flexibilidad tumbados en el suelo y los más osados realizan tablas completas de abdominales.

Madrid por la ciencia cuenta también con la colaboración de organismos oficiales: desde las siete universidades públicas hasta museos científicos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El Centro Nacional de Biotecnología propone, por ejemplo, un viaje del genoma a las proteínas.

Pero ninguno de estos organismos puede con el tirón del instituto Ignacio Ellacuría, que asegura por escrito que 'la primera máquina de fotos se hizo con una caja de galletas'. Allí, Emilia, de cuarto de la ESO, atiende vestida de época. Y el que se acerque, además de construir una caja oscura, se hace una foto sonriente de aquel día en el que aprendió con gusto algo más sobre la ciencia.

Una chica observa por uno de los microscopios de la feria Madrid con la ciencia.
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