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LA CRÓNICA
Columna
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De narices y pelos

Canta, ¡oh, musa!, el resentimiento de una dama que, tras cruzar muchas y muy altas montañas para asistir al Festival Internacional de Pallasses, recientemente celebrado en Andorra la Vella, descubrió que entre las payasas no sólo predominan las narices rojas, sino también las largas, frondosas y ensortijadas cabelleras, y regresó a su ciudad con una depresión capilar de muy señor mío. Para hacer frente a la desazón, en un primer movimiento mental a la dama le pasó por las mientes la idea de fundar y capitanear un grupo de payasas que ocultarían con un moño la miseria capilar con que las castigó Madrastra Naturaleza. Pero un segundo movimiento mental le inspiró una idea infinitamente más luminosa: siguiendo las técnicas de negación de la evidencia recientemente acuñadas por Pilar del Castillo, la dama en cuestión decidió proclamar en lo sucesivo que siempre ha tenido una melena leonina. O sea que ya lo saben: si alguna vez me encuentran por ahí, císquense en la realidad objetiva y díganme que tengo la más abundante, rizosa y bella de las cabelleras, y que no entienden en absoluto por qué diablos la oculto en un casto moño. Si no, mal rollo al canto.

Hace unos días se celebró en Andorra un festival de payasas. El humor no es tanto cosa de género como de proximidad con el horror

La elección de Andorra la Vella como sede de un festival de payasas puede resultar sorprendente. El caso es que Jaume Mateu Bullich, alias Tortell Poltrona, payaso acreditado en mil y un frentes, llevaba años observando la escasa presencia de payasas en los festivales y tratando de animar a las instituciones culturales catalanas a prestar su apoyo para organizar algún encuentro. No hubo suerte hasta que, años después, el Gobierno andorrano recogió el guante y financió generosamente el proyecto. El hecho de que muy pronto Andorra vaya a subirse al carro del IVA debe de tener algo que ver con el asunto, digo yo. En cualquier caso, afrontar la futura deserción del turismo masivo que llega a estas tierras para entregarse al shopping patrocinando un festival de payasas es una manera de tomarse el futuro con humor ni masculino ni femenino, sino andorrano, o sea, de inminente ex paraíso fiscal que pretende darle un golpe de timón a su imagen.

Hay quien dice que el humor producido, empaquetado y pasteurizado por mujeres es sensiblemente distinto al producido y pasteurizado por el género masculino. Permítanme discrepar. Los espectáculos que se vieron a lo largo de los cinco días que duró el festival dirigido por Tortell Poltrona y la payasa Pepa Plana (cuyo espectáculo Pepa Plana és Giulietta se vio hasta hace poco en la sala Muntaner) demuestran que los tipos de humor producidos por las damas son tan variados y singulares y responden a planteamientos estéticos e ideológicos tan dispares y tan estimulantes, o no, como los que generan los caballeros. Desde el apabullante torrente verbal, trufado de impagables perlas del ingenio y de sarcasmos demoledores, de una megacrack del humorismo francés como Marianne Sergent, quien, en su espectáculo Jeanne la bonne pucelle, deconstruye la aureola mítica de Juana de Arco y pergeña una brillante pieza de parodia y crítica social a la manera del cabaret berlinés, a la sutil, delicada y traviesa poesía burlesca de una mujer orquesta como Rachel Ponsonby, capaz de tocar dos flautas con la nariz y de montarse un acompañamiento musical con los coturnos, en el Centro de Congresos y en el Teatro Comunal de Andorra la Vella se vio un amplio abanico de propuestas. Entre lo mejor, amén de las dos artistas mencionadas, estaban Nola Rae (Sydney) con su Mozart preposteroso, un espectáculo delirantemente cómico que mezcla mimo, clown y marionetas; Los Excéntricos (Marceline, Sylvestre y Zaza), con un humor surrealista que se nutre de artefactos tan deliciosos e inventivos como un paraguas que genera lluvia y cuyo espectáculo incluye un número desopilante con una aspiradora; Angela de Castro (Brasil); Sue Broadway (codirectora del espectáculo inaugural de los Juegos Olímpicos de Sydney), y la gran Virginia Imaz (Donosti).

Fue precisamente mientras asistía al espléndido número que nos mostró Imaz, lleno de inteligencia crítica y de rabia reconvertida en humor, cuando volví a caer en la cuenta, por enésima vez en mi vida, de que el único tipo de humor realmente interesante es el que se codea con el horror, el que pone de manifiesto el sinsentido y el absurdo, el que se aplica a poner el mundo patas arriba y que, según palabras de Milan Kundera, resulta mucho más cruel que la tragedia, pues ésta nos ofrece la bella ilusión de la grandeza humana, mientras que lo cómico nos revela brutalmente la insignificancia de todo. También lo dice, por cierto, Arianne Mnouchkine: 'Lo cómico verdadero, lo cómico magnífico, es trágico. Sólo es verdaderamente cómico cuando es completamente trágico', afirmación esta que ilumina con diáfana claridad los límites entre el humor y la simple chorrada.

Es una lástima que, entre tanta perla cómica, este primer festival internacional de payasas ofreciera también algunos ejemplos del extendido género de la simple chorrada que el público aguantó no sin un espasmo de alipori, bello palabro que significa ni más ni menos que vergüenza ajena. Algo que -no me cabe duda- los organizadores, que esta vez han pagado la novatada, sabrán remediar en la próxima cita andorrana de 2003.

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