El susurro de la Bestia
Hace unos años, la siniestra, enigmágica y fanática secta milenarista japonesa Arco de Verdad llevó a cabo la matanza de un centenar de personas con gases mortales en el metro de Tokio. Luego, como expiación de lo que consideraron un fracaso, los autores de esta bestialidad se hicieron matar por sus compañeros de secta que se negaron a participar en la operación. Los suicidas fueron incinerados y sus cenizas esparcidas en las aguas de un lago en el norte de Japón. Tres años después, cuatro personas que perdieron a sus familiares en aquel desastre y un extraño muchacho ligado misteriosamente a la secta asesina peregrinan a ese lago y rememoran el horror.
Ése es el fondo histórico de Distancia, la extraña, compleja y poderosa película susurrada por Kore-Eda Hirokazu, en la que el choque de las quejas, las miradas, los recuerdos y los caracteres de esos cinco personajes quiere ser, y a ratos cala hondo en la espinosa materia que explora, una iluminación interior de algo que uno de los personajes expone así: 'Vivimos flotando en un instante, en aquel instante en que es imposible saber si algo acaba o si algo comienza'. Y nosotros nos movemos como ellos dentro de la metáfora de una mutación histórica, la idea o el horror de un cambio de edad o de era dicho al oído, como se dice una confidencia.
Cinco admirables intérpretes hacen vivible el sórdido, corrosivo, insufrible recuerdo de aquel brote de horror en estado puro, del paso de la Bestia por un subterráneo de Tokio hace pocos años, casi ayer, y que, sin embargo, está ya olvidado, porque ha sido tragado por un mundo indiferente y ha de ser evocado en un filme pobre de recursos, intimista, oscuro y hermético para que vuelva a la luz toda la horrible verdad que se esconde en un suceso de esas proporciones.
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