La policía vigila la plaza de la que desalojó a veinte vecinos de Villaverde
del Cuerpo Nacional de Policía vigilan día y noche la plazoleta de la cual fueron desalojados ayer unos veinte vecinos acampados frente al edificio que hace casi tres semaAgentes nas tuvieron que abandonar ante el riesgo inminente de derrumbe, en el número 44 de la calle de Rocafort, en el barrio de San Cristóbal de los Ángeles (Villaverde). La Delegación del Gobieno argumentó, para el desalojo, que los residentes estaban ocupando ilegalmente la vía pública.
Pero los vecinos, en su mayoría mujeres, no se vinieron abajo: la noche del martes la pasaron a la intemperie y durmieron con sacos de dormir en los bancos de la plazoleta, en colchones hinchables o en sillas, cubiertos con mantas.
'He pasado muchísimo frío, pero sigo sin tener sitio a donde ir, así que, si las cosas no cambian, me voy a dormir a la puerta de la casa del alcalde', advertía Águeda, una vecina de 67 años.
La Asociación de Comerciantes de Villaverde prestó anoche a los vecinos unas caravanas para que durmiesen dentro si hacía mal tiempo o llovía. Pero la idea finalmente no prosperó. 'La policía nos dice que las caravanas tampoco pueden estar aquí, que lo ha dicho el delegado del Gobierno', explicó Alfredo, un vecino. 'A lo mejor es que el señor Ansuátegui quiere que cojamos una pulmonía', añadió.
Al final, ocho familias pasaron la noche en el local que tiene en el barrio la Asociación de Vecinos de San Cristóbal de los Ángeles. 'Está lloviendo, hace frío y las tiendas están inservibles, porque en el desalojo la policía cortó los palos donde se sujetan al suelo', protestó Germán, otro vecino.
De las veinte familias que fueron desalojadas hace casi tres semanas de su edificio, ante el riesgo de que éste se desplomase en cualquier momento, ocho han sido ya realojadas en la colonia Marconi de Villaverde. Otra más, una familia con cuatro miembros que irá también a esa misma colonia, resultó 'agraciada' en un sorteo de un piso frente a otra familia, aunque aún no ha podido disfrutar de él. 'Marisa de Frutos [directora de Asuntos Sociales de la Empresa Municipal de la Vivienda, EMV] escribió el nombre de mi marido, Antonio, en un papel, y el del otro señor, Pepe, en otro', explicaba ayer Mati. 'Afortunadamente, ha salido el papel con el nombre de Antonio'. Pero el piso no tiene aún ni luz ni agua.
Once familias más esperan también a que se acondicionen sus nuevas viviendas. Una de ellas, de origen marroquí, ha ido a ver un piso del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima, dependiente de la Comunidad), pero estaba 'muy sucio y tienen que limpiarlo', aseguran. Dos mujeres mayores han rechazado, por su parte, las casas que la EMV les ofrecía en Lavapiés porque son muy pequeños y no tienen ventilación.
Todos los desalojados tendrán sus casas acondicionadas a partir del lunes, según les han dicho en la EMV. La mayoría irá a las casas que este organismo tiene en El Espinillo (Villaverde) y que los vecinos habían rechazado porque se habían encontrado en ellas jeringuillas, botellas y mucha suciedad.
'Si el reaojo no se ha hecho antes es porque no aceptan hacerlo en bloques con vecinos que proceden de poblados chabolistas', afirmó ayer Sigfrido Herráez, concejal de Vivienda. 'Se ha querido vestir eso diciendo que las casas están sucias; no es así, no han sido ocupadas nunca, pero las rechazan', añadió.
Los vecinos, a pesar de la orden de desalojo y del mal tiempo, siguen pasando las horas al lado de su edificio en ruinas. En un portal contiguo, algunas mujeres y niños tomaban ayer tarde café y bollos que les habían proprocionado los vecinos de otros bloques cercanos del barrio.
A Águeda, una mujer de 67 años, no le dan su nueva casa hasta el lunes. 'La están limpiando, pero yo no tengo adónde ir hasta ese día', se lamenta. 'Y aunque tuviera, me quedaría aquí para seguir protestando por cómo nos ha tratado la policía', asegura mientras mira con el rabillo del ojo el coche policial que está parado enfrente. Aunque, a continuación, reflexiona: 'Yo entiendo que es su trabajo, que tienen que hacerlo porque les mandan. Esta noche incluso les hemos acercado una taza de café porque hacía mucho frío'.
Águeda y el resto de los vecinos tendrán que esperar a habitar su nueva vivienda para poder sacar definitivamente sus enseres, que continúan dentro del inmueble declarado en ruina.
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