¡Ay, Guadalquivir!
El pasado 7 de abril los piragüistas del Club Tarfía tuvimos dos agradables visitas en nuestra sede de La Señuela, junto al Guadalquivir, a su paso por Lebrija. Primero fueron cuatro jóvenes en moto que se pararon a preguntar por dónde podían cruzar el río para ir a Doñana; estaban de turismo y visitaban el sur de Europa. Eran de Israel. Justo cuando ellos se marchaban llegó un montón de gente: presidente, gerente, alcaldes, técnicos de la Mancomunidad de Municipios del Bajo Guadalquivir y otras personalidades. Hacían un viaje por la ribera -desde Los Palacios a Sanlúcar- gracias a un proyecto denominado Gran Guadalquivir, cuyo objetivo es potenciar las enormes posibilidades del río como referente turístico.
Nosotros sabemos, porque ya llevamos 10 años yendo al río, de las enormes posibilidades del Guadalquivir como espacio natural para multitud de actividades. Sin ir más lejos, el pasado 22 de abril más de 3.000 lebrijanos pudimos disfrutar de un día junto al río en el que hubo de todo: desde tiro con arco, petanca, taller de pintura, piragüismo, taller de ornitología, taller de reciclaje, motos de agua, tirolinas, voley-río, ultraligeros... hasta dos pantallas con el Sevilla-Betis. Logramos que más de una docena de asociaciones deportivas, culturales y ecologistas, incluso nuestros mayores del hogar del pensionista, se sumaran al evento y entre todos conseguimos pasar un día junto al río que quedará en la historia de Lebrija porque, a pesar de que hubo momentos en que la organización se sintió desbordada por tanta gente, no ocurrió ni un solo incidente.
Pero el motivo fundamental de esta carta es señalar que el Guadalquivir es algo más que un espacio natural privilegiado. Mejor que yo lo ha dicho Caballero Bonald, quien ha escrito: 'En el estuario del Guadalquivir se perpetúa un enclave geográfico cuya significación nunca podrá ser apreciada del todo sin evocar los muchos ingredientes culturales que se han ido acumulando en su biografía. Se trata de un paisaje sin estridencias, armonioso y sosegado y más que nada un paisaje eminentemente cultural, de muy sutiles equidistancias entre la Historia y la Mitología'.
Y es verdad, don José Caballero, nosotros también creemos en el Guadalquivir como espacio eminentemente cultural porque no en vano por el Guadalquivir y sus riberas han pasado y se han asentado cuantos pueblos han conformado la Historia de la Humanidad: desde los pacíficos tartesos hasta los poderosos romanos, desde los belicosos árabes hasta los primeros aventureros de lo desconocido: los conquistadores del llamado Nuevo Mundo. Mirando río arriba, desde el Codo de la Esparraguera, si uno cierra los ojos y repasa nuestra historia, quizás pueda llegar a sentir la honda pena y el triste lamento del indio Cristobalillo, que así le pusieron al primer nativo americano que pisó Europa, el Viejo Mundo; recién capturado en Las Indias, apenas lo desembarcaron de La Hispaniola fue vendido como esclavo en el puerto de Sevilla. Allí, junto al río en Tarfía, si uno abre el corazón y escucha, aún resuena sobre el estuario el grito de guerra de aquel malvado pirata normando que en el año 844 quemó la actual Coria del Río y luego mandó pasar a cuchillo a toda la población.
Sí, sin lugar a dudas, cuantos hombres y pueblos que han pasado por el Guadalquivir nos han dejado vestigios y muchas historias; el Guadalquivir ha sido fiel testigo de todas ellas y por ello ha sido, sigue siendo y siempre será un río de conocimiento y sabiduría para el hombre: es cuestión de saberlo escuchar.
Y en esto estamos: como afirman los expertos turísticos, cualquier política turística que no involucre e incida directamente en una mejora del territorio social más cercano esconde una falsa prosperidad turística que tarde o temprano dará la cara.
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