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Tribuna
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Lo soñé

El título de esta colaboración no debe extrañar a nadie; quien tenga la desgracia de leer siete periódicos diarios, oír alguna tertulia radiofónica, ver algún telediario y catar los muñegotes de Canal + comprenderá que uno no puede evitar soñar por las noches con las elecciones autonómicas vascas. Claro que alguno podría recomendar la ausencia de lecturas y ponerse tapones en los oídos para tener un sueño placentero y reparador. Y si hacemos eso los que nos dedicamos a la política, ¿qué hacemos durante los 15 días que dura la campaña electoral? ¿En qué empleamos nuestro tiempo? Porque, mientras dure esta quincena, todo lo que no sea País Vasco es nada. Así que comprenderán por qué sueño por las noches con las elecciones vascas.

Esta noche, como hace una semana, he soñado con las elecciones vascas; mejor dicho, con el resultado de las elecciones vascas. Había una gran frustración en los hoteles donde PSOE y PP habían instalado sus cuarteles generales para celebrar el triunfo de los constitucionalistas. No había podido ser; juntos no conseguían mayoría suficiente para gobernar en Vitoria. Por el contrario, PNV-EA y EH sí sumaban esa mayoría.

A los pocos días se reunieron las direcciones regionales y nacionales de PP y PSOE para analizar los resultados. Mientras estaban en esos menesteres, los teletipos dieron la noticia tan esperada desde hace 25 años: ETA decretaba el alto el fuego definitivo; había ganado la opción de los políticos en el grupo terrorista y se había decidido intentar la consecución de sus objetivos políticos por la vía parlamentaria. El comunicado informaba de que EH iniciaría conversaciones inmediatas con el PNV para apoyar al candidato nacionalista como presidente del Gobierno vasco.

Al día siguiente, los editoriales y las tertulias eran un hervidero de comentarios; nadie sabía exactamente qué decir, pero todos sabían que tenían que decir algo. Por fin se reunió el EBB, que, tras una declaración de defensa del Estatuto de Guernica y una tímida aceptación de la Constitución, poniendo énfasis en las posibilidades de su reforma, daba por bueno el inicio de conversaciones con EH de cara a la investidura.

El fin de semana fue agitado: delegaciones de PNV y EH se reunían en un hotel de San Sebastián y, sobre las diez de la noche, Arzalluz y Otegi daban una conferencia de prensa en la que se exponía el acuerdo alcanzado. En síntesis, Ibarretxe recibiría el apoyo de los diputados de EH y el de IU, con lo que se garantizaba la elección del candidato nacionalista en primera vuelta. Una vez investido lehendakari y constituidos los grupos parlamentarios, el PNV se comprometía a presentar una proposición de ley, antes del verano, en la que la mayoría de la Cámara vasca exigiría el derecho de autodeterminación del pueblo vasco; dicha proposición sería enviada al Congreso de los Diputados para su debate y aprobación.

En la primera semana de junio, Ibarretxe fue investido lehendakari y unos días después se constituyó un Gobierno formado por PNV, EA, IU y EH. A la semana siguiente, el pleno del Parlamento vasco aprobaba una proposición en la que se exigía que el Congreso de los Diputados instara al presidente del Gobierno de España para que autorizara la realización de un referéndum de autodeterminación en el País Vasco.

Como las vacaciones parlamentarias llegaron, el Congreso cerró sus puertas hasta septiembre. El Gobierno, mientras tanto, en prueba de buena voluntad, excarceló a 200 terroristas y acercó al resto de presos etarras a las cárceles del País Vasco. Fue el primer verano sin ETA, ya que la banda había decretado el fin de la lucha armada y algunos de los miembros de EH formaban parte del Gobierno vasco. Euskadi se llenó de turistas y la gente paseaba por el casco viejo de sus ciudades más emblemáticas sin temor a sufrir un atentado o a las agresiones de los violentos. Poco a poco, los concejales del PP y del PSOE acudían a los ayuntamientos sin escolta y nadie les molestaba.

¡Por fin llegó septiembre!

Las Cortes Generales iniciaron su actividad parlamentaria y en la segunda quincena se debatió la proposición del Parlamento vasco. Dicha propuesta fue derrotada ampliamente con los votos de PP y PSOE y la abstención de CiU. Al día siguiente hubo una reunión del Gobierno vasco; EH anunció su salida del mismo y ETA publicó un largo comunicado, dirigido al pueblo vasco, en el que argumentaba los esfuerzos hechos por su organización para conseguir la paz decretando el fin definitivo de la lucha armada; pero la actitud de los partidos españoles, continuaba el comunicado, les conducía nuevamente a la conclusión de que era falso el mensaje de aquellos que habían manifestado que los objetivos de autodeterminación podrían conseguirse por medio de métodos políticos. La votación del Congreso de los Diputados ponía en evidencia esa estrategia, por lo que ETA llamaba a la movilización de todo el pueblo vasco y manifestaba su firme decisión de volver a la lucha armada hasta conseguir la independencia de la Patria vasca.

Tras este comunicado, el lehendakari volvió a quedarse en minoría en el Parlamento y acusó, en una desagradable sesión parlamentaria, a la cerrazón del Gobierno español y a la del PSOE la legitimidad que ETA adquiriría ante una parte importante de la población vasca que era partidaria de que se reconociera el derecho de autodeterminación.

Cuando desperté del sueño, la radio me devolvió a la realidad; todavía estábamos en campaña electoral y nada se había decidido. En el desayuno me pregunté por la posición que adoptaría el Gobierno de España en el supuesto de que mi mal sueño se convirtiera en realidad. Pensé que, de nuevo, los demócratas iríamos detrás de ETA. Los terroristas volverían a tomar la iniciativa y nosotros esperaríamos al próximo atentado para decir que 'seremos generosos si dejan de matar' y todo lo demás que venimos diciendo desde hace 30 años. Pensé que, antes de que ese sueño se materializara en una realidad, el Gobierno debería tomar alguna iniciativa que obligara a ETA a pronunciarse sobre una estrategia gubernamental clara y rotunda. Por la noche volví a soñar que el presidente del Gobierno, acompañado por el secretario general del PSOE, recibía en Moncloa a dos enviados de ETA, a los que ambos dirigentes expusieron claramente y sin tapujos las medidas que el Parlamento español iba a aprobar al día siguiente de las elecciones vascas, independientemente de cuál fuera el resultado de las mismas. Creo que se les dijo algo así como que se iba a proponer la modificación de la Constitución para que cupiera, en las leyes penales, la cadena perpetua, que se aplicaría a todo terrorista que antes de navidades no hubiera hecho una declaración firmada de su abandono de la lucha armada. Creo que ETA se lo está pensando. Tengo entendido que algo se dijo de asumir desde el Ministerio del Interior determinadas competencias para garantizar la libertad de todos los vascos. Creo que Arzalluz anda dando vueltas por su despacho sin saber qué hacer. Y también parece que la Unión Europea va a dejar de emitir comunicados lacrimógenos y piensa hacer una declaración de gran alcance económico para las regiones europeas afectadas por el terrorismo. Creo que Ibarretxe anda algo preocupado.

Me desperté y la radio seguía informando sobre las elecciones vascas; los candidatos hablaban. Todo había sido un mal sueño.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra es presidente de la Junta de Extremadura.

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