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Reportaje:33ª jornada de Liga | FÚTBOL

El Madrid se estrella camino de Múnich

La expulsión de Roberto Carlos deja sin reacción al equipo de Vicente del Bosque ante un Celta superior

Camino de Munich, el Real Madrid salió trasquilado de Balaídos. Ya se sabía que este partido era un incordio para el grupo de Vicente Del Bosque, que da la Liga por medio ganada y sólo piensa ahora en el modo de levantar la eliminatoria contra el Bayern de Mínich. Y desde el principio, el Madrid se dedicó a facilitar el trabajo del Celta, al que se sumó poco después el árbitro: el partido quedó sentenciado antes de que se hubiese consumido la mitad de la primera parte, con el segundo gol local y la discutible expulsión de Roberto Carlos. A partir de ese momento, el Madrid fue un simple testigo de la exhibición del Celta.

La escala del Madrid en Balaídos fue fugaz como un suspiro, una breve estancia que duró apenas 22 minutos. Desde el inicio, el Madrid se deslizó por la pendiente y acabó estrellándose muy pronto, cuando, en circunstancias normales, el choque aún no habría hecho más que consumir su fase inicial. El crash del Madrid sobrevino en ese fatídico minuto 22, en el que se juntaron la expulsión de Roberto Carlos y el segundo gol del Celta, una formidable exhibición de la funda de terciopelo en que envuelve Gustavo López su pierna zurda. En sólo dos minutos, Roberto Carlos acumuló dos tarjetas. Desde una visión puramente reglamentista del asunto, puede que ambas acciones -una protesta y una falta- mereciesen su castigo. Pero el más elemental sentido común -ese sentido tan poco común entre los árbitros españoles - dictaba otra resolución del caso. Porque una salida de tono y una entrada en absoluto violenta no pueden servir de excusa para liquidar un partido que aún tenía casi toda su historia por escribir y para dejar a un equipo sin apenas posibilidad de reacción.

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Para el Celta todo resultó de una sencillez desconcertante. Le bastó leer el partido con criterio, tirar de la extraordinaria calidad de Mostovoi y Gustavo López, acertar en sus remates y aprovecharse de las concesiones del contrario y del despotismo arbitral.

El Celta halló el gol en su primera acometida de cierta entidad, un infrecuente pero magnífico pase de cabeza de Mostovoi hacia la entrada por la banda de Juanfran, recibido con alfombra roja por la defensa madridista. Y es que Del Bosque prescindió ayer de Hierro y Karanka, con lo que la magnitud de la coladera confirmó los más negros temores que suscitaba la alineación inicial. Menos mal para el Madrid que su defensa en Munich no será la de anoche, ni tampoco Celades y Flavio -dos estatuas invisibles- formarán en el medio centro.

Con la ventaja inicial en el marcador, el Celta se apuntó al pragmatismo que exhibe últimamente y dejó hacer al Madrid. Plan perfecto, porque el Madrid apenas supo hacer nada. Como en otras ocasiones -el día de Bayern, sin ir más lejos-, el equipo de Del Bosque se empeñó en estrechar el campo. Figo -cuyo estado de forma es manifiestamente mejorable- y Solari le cogieron miedo a la línea de cal y se obstinaron en meterse al centro, con lo que la llegada del Madrid por los costados quedó a expensas de la capacidad pulmonar de Míchel y Roberto Carlos. Aunque el Celta pareciese renunciar a la iniciativa, lo cierto es que siempre tuvo el control del partido y ni siquiera necesitó mucha paciencia para esperar el momento del guantazo definitivo. Ya lo habían anunciado un par de contragolpes y finalmente llegó la falta de Roberto Carlos, la expulsión y el gol estupendo del magnífico Gustavo López, un futbolista que ha vuelto a encontrar en Vigo el hilo extraviado de su carrera.

El Madrid se fue por el desagüe y a partir de entonces empezó la fiesta en Balaídos. Ya sin la presión del resultado, el Celta recuperó las virtudes de su reciente etapa gloriosa: las asociaciones constantes para hacer circular la pelota, las aperturas por las bandas, las paredes para abrir huecos en las cercanías del área... Por momentos, el partido fue un cómodo rondo del Celta. Sonrojante para el Madrid, que, sin embargo, se ahorró la humillación gracias a la poca puntería de los locales. Ni siquiera la expulsión de Giovanella, que volvía a igualar las fuerzas con media hora por delante, pudo levantar el ánimo de un Madrid que, desde la primera parte, sólo tenía ojos para la puerta de salida de Balaídos.

El árbitro Fernández Marín toma nota de la segunda tarjeta de Roberto Carlos ante Figo, el propio lateral brasileño, Celades y Casillas.
El árbitro Fernández Marín toma nota de la segunda tarjeta de Roberto Carlos ante Figo, el propio lateral brasileño, Celades y Casillas.LALO R. VILLAR

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