Delicadas encuadernaciones
'La bibliofilia es una vivencia multidisciplinar', dice con algo de sorna académica uno de los libreros de lance que preparan la exposición de sus libros en la feria madrileña. Se refiere a la importancia que para mantener esta pasión adquieren tanto los impresores y encuadernadores como los ebanistas de grandes bibliotecas.
Recuerda el revuelo internacional causado por la reedición de El Mediterráneo en tiempos de Felipe II, del historiador francés Ferdinand Braudel. 'La primera edición de aquel texto fue de tan excelso contenido que numerosos intelectuales protestaron a su autor por haberse atrevido a mejorarla', cuenta con una sonrisa.
En cuanto a los encuadernadores, dice el librero cordobés Basilio Sánchez, 'ha habido verdaderos artistas, como Antolín Palomino o Emilio Brugallo, ambos desaparecidos'. Y para ensalzar el arte de la encuadernación, exhibe dos tomitos de tonalidades nacaradas, apenas medio palmo de tamaño, que contienen una antología poética y un poemario de José Zorrilla, respectivamente. Fueron editados en 1942 por una casa catalana de solera, Montaner y Simón, y son dos verdaderas joyas, con ricos escudos heráldicos en sus cubiertas de filigrana dorada. 'Pueden alcanzar un precio de hasta 25.000 pesetas, pero para mí no tienen precio, son sencillamente espléndidos', subraya Sánchez.
Se cuenta que el polígrafo cántabro Marcelino Menéndez Pelayo, siempre mal atildado, cuando se le decía que su atuendo exigía una visita al sastre, señalaba a lo alto sus estanterías y respondía: 'Y aquellos libros, ¿sin encuadernar aún?'
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