Lagunas y errores
A Chaves le ha salido casi todo mal en este primer año de su cuarto mandato. Puede acabar siendo su particular annus horribilis. Naturalmente, él no lo ha definido así, pero ha aludido a 'lagunas' y 'errores' en el balance de una gestión llena de tropiezos. Siempre es buen camino el de la autocrítica. Luego se ha despachado a modo contra el PP. Y le sobran razones. En su desigual pelea con Aznar, y a pesar de los considerables esfuerzos negociadores realizados, tanto por él como por otros miembros del gabinete, y al cambio de clima que se apuntó al principio, no ha obtenido prácticamente nada. El impasible monclovita sigue en sus trece.
La única fuerza capaz de hacerle derramar sus mercedes es rendirle pleitesía electoral. Ni reconocimiento del censo, ni inversiones apreciables en obras públicas, ni mejoras en el Plan Hidrológico Nacional -vital para Andalucía-, ni acuerdo de pesca con Marruecos, ni transferencia de políticas de empleo, ni deuda histórica, ni cesión de caducos hospitales militares, ni nada de nada. Y, además, con la espada de Damocles de los retoques en la financiación autonómica pendiente de un hilo sobre nuestras cabezas. El cuadro se cierra con los innumerables problemas que se acumulan en la parte más sensible de nuestra geografía, el litoral, con traficantes internacionales de todos los colores y, lo peor de todo, el drama de la inmigración clandestina que, además de ríos de lágrimas, ya nos lleva costados 10.000 millones de pesetas en atenciones de inexcusable humanidad. Así que el Gobierno andaluz no ha encontrado otra que volver a la política de enfrentamientos, aun a sabiendas de que 'Andalucía no ha ganado nada en la etapa de confrontación', y no son palabras del PP, sino curiosamente de la nueva vicesecretaria general del PSOE regional, María del Mar Moreno, en diciembre pasado.
Pero también ocurre que, en el orden de las iniciativas propias y en el de la política interna del partido, las cosas no han ido mucho mejor. El buque insignia del programa de Chaves -y se podría decir que de todos sus mandatos, que ya suman 11 años-, ha hecho aguas por doquier. Me refiero al lamentable asunto de las cajas de ahorro. Nunca una idea tan señera, la de su unificación, fue peor instrumentada. Luego de tropezar con todos los poderes fácticos imaginables, desde la Iglesia a simples arribistas y aventureros de la política, ahora se negocia una solución, a puerta cerrada y con el enemigo, el PP. Váyanse agarrando a lo que puedan. (Y no descarten todavía un reajuste de Gobierno, con el relevo de Álvarez por Vallejo, un rumor creciente).
En cuanto a la política interna, el desdichado incidente de la cháchara xenófoba mantenida y oída por varios diputados de la mesa de la Cámara -aunque sólo ha caído el que tuvo la mala suerte de que le apuntaran los micrófonos-, volvió a poner de manifiesto que los equilibrios de poder dentro del PSOE andaluz siguen siendo bastante precarios, y que el eje Málaga-Granada continúa muy activo contra Sevilla. Así las cosas, Chaves no ha tenido más remedio que refugiarse en una política de gestos ocasionales, como el del pasado lunes, anunciando a todo trapo una modesta, aunque estimulante, inciativa para mejorar los niveles de lectura de los andaluces. Menos da una piedra.
Una reflexión final se impone. ¿Ciertamente no habrá más salida que volver a esa áspera política de la confrontación verbal? Desde luego para una cosa sí sirve: para evidenciar las debilidades del adversario en Andalucía, con una Teófila Martínez que no es posible tomarse en serio como candidata a regir nuestros destinos, y que ya alcanzó su propio techo político al prometer, en falso, que Aznar liberaría el peaje de la A-4. Luego se revalidó a sí misma, y con creces, cuando en diciembre responsabilizó a Chaves de los muertos habidos en la A-92, en lugar de exigirle a su príncipe que acelere la construcción de las autovías alternativas complementarias, que descongestionen la arteria principal.
Pero la conclusión final, y bien que lo lamentamos, es que unos por otros, la casa sin barrer. Andalucía no saca nada de todas esas asperezas, salvo un nuevo espectáculo verbal cada cierto tiempo. ¿No habrá sonado ya la hora de avanzar en el único camino que de verdad ha servido siempre para algo, o sea, el de la movilización social?
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