_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crítica desmesurada

Si la memoria no me falla, fue el presidente Eisenhower quien, al ser preguntado por un periodista casi al final de su mandato si podía indicarle algún rasgo positivo desde una perspectiva política de su vicepresidente, Richard Nixon, contestó que le diera media hora para pensarlo.

Está claro que la ironía no es el punto fuerte de la presidenta del PP, Teófila Martínez. Parece que esta señora no tiene ninguna confianza en la inteligencia de los ciudadanos andaluces y considera que tiene que utilizar palabras gruesas como única forma de hacerse entender y de que cale el mensaje que quiere transmitir. Buena prueba de ello fue la rueda de prensa que concedió el miércoles pasado, justo un año después del discurso de investidura en el Parlamento del presidente Chaves, para hacer una valoración del año transcurrido.

En dicha rueda de prensa, la presidenta del PP no sólo hizo un balance demoledor del último año, sino que además dejó claro que es imposible que, en lo que queda de legislatura, se pueda esperar algo distinto, ya que el problema está en la persona que ocupa la presidencia de la Junta de Andalucía, que es un 'vago', que se ha apuntado a 'la ley del mínimo esfuerzo' y que ha encarado este mandato como si fueran 'unas vacaciones tranquilas en el palacio de San Telmo'. Manuel Chaves, venía a decir Teófila Martínez, continúa siendo formalmente el presidente de la Junta de Andalucía, pero materialmente ha dejado de serlo, ya que es 'un elemento decorativo de la autonomía', que 'no trabaja, ni manda ni coordina su Gobierno'.

Cada uno es muy dueño de utilizar las palabras que le parecen oportunas. Y no seré yo quien le niegue a la presidenta del PP el derecho a expresarse de la manera que le parezca conveniente. Pero sí me permito recordarle que la estrategia de descrédito personal respecto del presidente Chaves ya fue puesta en práctica por el anterior presidente del PP en Andalucía, Javier Arenas, con la inestimable ayuda del coordinador de IU, Luis Carlos Rejón, y que el tiro acabó saliendo por la culata. La crítica política no debe convertirse en un instrumento de aniquilación personal. Hay un mínimo respeto que no puede perdérsele al adversario político, porque si se le pierde, se lo acaba uno perdiendo a sí mismo. El sistema político democrático es uno, tanto si se está en el Gobierno como si se está en la oposición. Y esto es algo que los ciudadanos saben valorar y mucho. En España hemos tenido, antes de la Constitución de 1978 y durante casi dos siglos, sistemas políticos en los que la periódica aniquilación personal del adversario ha sido bastante frecuente y esto permanece en la memoria colectiva. Vencer políticamente al adversario no debe traducirse en la humillación de este último.

Pero es que, además, no se entiende muy bien que se utilice este tipo de discurso cuando hay materia suficiente para hacer una crítica política sin tener que caer en descalificaciones personales. A lo largo de este primer año de legislatura el Gobierno y el grupo parlamentario socialista han dado motivos para que se los critique 'políticamente', es decir, en términos objetivos y no personales.

En este primer año de legislatura el presidente Chaves ha tenido que gastar mucho tiempo en problemas internos, primero como presidente de la comisión gestora nacional, tras la dimisión de Joaquín Almunia, y después en la organización de un congreso regional muy complicado. De dicho consumo de tiempo y energías se ha resentido la propia formación del Gobierno y la gestión política de la comunidad. Ha habido fallos clamorosos en la aplicación de la Ley de Cajas y resbalones lamentables como el comentario del vicepresidente socialista en la Mesa del Parlamento y la reacción posterior del partido. Se ha producido una crisis muy profunda en el PA, que arroja dudas sobre la solvencia de la mayoría parlamentaria en la que descansa el Gobierno. (El domingo pasado escribí sobre esta crisis y los acontecimientos parece que se precipitan y que vienen a confirmar el diagnóstico. Como informa EL PAÍS hoy mismo, la dirección regional ha acordado disolver la agrupación del PA en Jerez). Y muchas cosas más.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Por eso no se entiende el ataque personal al presidente. Centrar toda la crítica política en la presidencia es comprensible. Es lo que se suele hacer por los partidos de la oposición cuando se considera que el Gobierno está lo suficientemente desgastado, como para que no haya que seguir con la tarea de desgaste de los ministros o de los consejeros, sino que es el momento de dirigir todos los tiros a la cabeza del Gobierno.

Es razonable que, tras casi veinte años de mandatos socialistas y cuando el presidente Chaves se encuentra en su cuarto mandato, el PP haya considerado que no se tiene que perder ni un minuto en criticar la gestión de los consejeros y haya decidido desgastar directamente al presidente. Está en su derecho y casi en su obligación al obrar de esta manera. La razón de ser de un partido político es conquistar el Gobierno para poder poner en práctica su proyecto de dirección política de la sociedad. Y el desgaste del presidente del Gobierno es una condición sine qua non para conseguirlo. El acoso en política como en los toros es un paso previo para el derribo.

Ahora bien, en esta tarea hay límites. Un presidente que ha ganado unas elecciones democráticamente no puede ser calificado como un 'okupa', para el que habría que volver a poner en vigor la tristemente famosa ley de vagos y maleantes del franquismo. Se le podrá decir que es un inepto o que se está equivocando en todo lo que hace. Pero lo que no se puede aceptar es que se lo califique de vago.

Repito que no pongo en duda el derecho que asiste a la presidenta del PP a expresarse en los términos en que lo ha hecho. Preferiría que el debate político caminara por otros derroteros, pero esto es algo que no puede imponerse. Lo malo es que todavía quedan tres años de legislatura y si en este momento, en el que no hay a la vista ninguna campaña electoral, ya se empieza a utilizar este lenguaje, ¿qué es lo que no se acabará diciendo cuando se aproximen las elecciones?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_