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El barraquismo vertical

'La espina clavada de la Generalitat'. Jordi Pujol reconocía el año pasado con estas palabras que los problemas de La Mina habían desbordado las administraciones, comenzando por el propio Gobierno catalán. Delincuencia, marginalidad e imposibilidad de promoción social han marcado un barrio que lucha desde su creación por salir adelante. Después de 20 años de promesas y varios planes fallidos, las administraciones han decidido aunar esfuerzos para lavar la cara al barrio donde viven 14.000 personas, el 42% de la población de Sant Adrià de Besòs.

El modelo urbanístico de La Mina es una de las grandes lacras del desarrollismo franquista. A finales de la década de 1950, el Ayuntamiento de Barcelona se propuso, inducido por el paternalismo del régimen franquista, erradicar el barraquismo. La Mina Vella, con 13 bloques de cinco plantas cada uno, abanderó esta cruzada, que continuó a partir de 1967 con la planificación de La Mina Nova.

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En esta etapa los constructores aumentaron todavía más la densidad del barrio y utilizaron masivamente las placas prefabricadas para ahorrar tiempo y dinero. Ya no bastaban los edificios de cinco plantas y la Mina tuvo entonces bloques de hasta 11 pisos.

El resultado fue un barrio desestructurado, polo de atracción de conflictos, que acabó dominado por la droga. Los vecinos piden ahora un trato más justo para un polígono que en su día permitió derribar las viejas barracas para sustituirlas por otras verticales.

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