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VISTO / OÍDO
Columna
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Democracia robada

La dolorosa y grotesca situación peruana es fruto de la falsa democracia. Otro es la actuación de la presidenta de las Cortes de aquí no permitiendo a un diputado de la oposición un turno para defenderse de las acusaciones de corrupción por uno del partido de la presidenta, que en cambio permitió al ofensor un turno nuevo. El tema era un asunto más de corrupción económica. Cada lectura de diario es un asombro mundial de escándalos, robos, falsas elecciones, abusos de televisión y otros abusos de poder. ¿Quiénes nos gobiernan? Cuando un intento de mercado americano exige un régimen democrático, ¿está hablando de eso?

Peor la dictadura, claro. La dictadura roba todo de una vez y tapa los robos con la censura; y crea sus fanáticos entre los ladrones. Y mata a los otros; o los exilia, o los encarcela. Lo cual no impide que de esos otros, de los vivos o de sus famosos hijos, salgan los falsos demócratas. No creo que a Vargas Llosa junior le vayan a elegir un día, si ni siquiera eligieron a su padre: pero la sensación es que eso busca. ¿No ha sumado Bush muchos más votos al cabo de sus cien días de desastre democrático? Puede pensarse que la falsedad de las nuevas democracias no esté en sus salteadores, sino en quienes les votan. Quizá en España no hubo más democracia honrada que la de la República del 14 de abril: hasta que la tomaron los corruptos, los radicales a cuya gestión se debe la popularidad de la palabra estraperlo; con los de la CEDA, que intentaron el gran fascismo católico. O los cuatro días honrados de la Revolución de los Claveles, hasta que apareció el miserable Spinola (véase Capitanes de abril, de María de Medeiros); y hoy, 27 años después, hay quejas porque se absuelve a Saraiva de Carvalho, que creyó que su revolución era de izquierdas y se la robaron. Desde la Embajada de Estados Unidos y desde los barcos de la OTAN en la desembocadura del Tajo, capaces de llegar a Lisboa, se instauró la democracia aparencial. Al final de la guerra, los vencedores instalaron en Europa las democracias cristianas (¡cuántos escándalos!); y luego amoldaron a los socialistas de su escolta: Soares, Mollet, Mitterrand. Pero no tengo intención de hablar de la historia, sino del periódico de ayer, de hoy.

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