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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aire fresco en Japón

Las dos cosas que se esperan del nuevo primer ministro japonés, el autoproclamado reformista Junichiro Koizumi, es que sea capaz de revivir una economía en estado catatónico desde hace una década y que sacuda los cimientos del esclerotizado y corrupto partido gobernante de siempre, el Liberal Democrático (PLD). Koizumi es un personaje heterodoxo en el mundo político nipón, que mezcla cierta reputación de excéntrico con el hecho insólito de llegar a la presidencia del PLD -que ha elegido siempre a sus cabezas de fila en cabildeos de sus barones- desde una de sus más irrelevantes facciones y catapultado por un voto masivo de la tropa del partido. De hecho, también esta vez, los parlamentarios preferían al predecible Ryutaro Hashimoto como sucesor del breve Yoshiro Mori, si no se hubieran interpuesto una suerte de primarias en las que 1,3 millones de votantes han aupado incontestablemente a Koizumi.

Merece la pena saludar la llegada del nuevo jefe del Gobierno, que ya ha nombrado a cinco ministras, entre ellas la de Exteriores, aunque no sea más que por la novedad que aporta a un sistema atenazado. Pero su fortaleza inicial plebiscitaria puede albergar a la vez la semilla de su debilidad. Tokio compone un delicado equilibrio de intereses entre los clanes dominantes del PLD, la gran industria y una poderosa burocracia. Y difícilmente una personalidad llamativa, por el mero hecho de serlo, será capaz de alterar semejante estado de cosas si no convence a los japoneses por sus cualidades de líder. Una complicación adicional es que Koizumi, en sus primeras declaraciones públicas, ha prometido combatir a los antirreformistas, en política y economía, allí donde se encuentren. Lo que significa que se las tendrá que ver con numerosos enemigos dentro de su propio partido, tan opuestos a su verdadera democratización como a la alteración de los pilares que han permitido su virtual monopolio del poder.

El primer examen serio del atípico primer ministro serán las elecciones de julio a la Cámara alta. De los resultados del PLD, que encabeza la coalición gobernante, podría depender incluso la permanencia de Koizumi. Pero, más allá del verano, la tarea decisiva del nuevo jefe del Gobierno, undécimo en 13 años, será intentar convencer a sus conciudadanos de que para que las cosas mejoren en lo económico tienen todavía que empeorar más, con sus inevitables secuelas en la lista del paro. Una medicina más amarga si cabe para un país instalado hace mucho tiempo en el limbo de un bienestar aparentemente indestructible.

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