Caluroso aniversario

Un músico de la trayectoria de Luis Izquierdo (A Coruña, 1931) merece un tan bello homenaje como el que le ha rendido el CDMC y al que asistieron, casi en masa, intérpretes, compositores, críticos y periodistas, así como mucho público interesado en el suceder de la música actual. Porque Izquierdo, allí donde ha ejercido la dirección, ha situado en primer plano la música española de todo tiempo, pero especialmente del actual.

Así, su concierto al frente de la Sinfónica de Madrid nos trajo pentagramas de la generación que denominó de 1931 (los nacidos entre 1924 y 1938), hecha presente y actuante en la década de los cincuenta. La Sinfonietta, de Ángel Arteaga, estrenada ahora con muchos años de retraso, nos devuelve la imagen de un músico con buen artesanado y fluida invención lírica. De García Abril volvimos a repasar el sereno discurso de unos Cantos de pleamar. El estupendo guitarrista mallorquín Gabriel Estarellas dio cuanta vida y gracia encierra el Concierto del agua, de Tomás Marco. También tiene algo de evocación el Concierto 'piccolo' para violín y orquesta de Carmelo Bernaola. Este concierto -tocado con auténtico primor por Rafael Khismatulin- tiene algo que el tiempo no ha debilitado. Otro tanto sucede con los Movimientos para cuerda y timbales, de Critóbal Halffter. En fin, González de Acilu aportó el estreno de Liz para arcos, vientos y timbales.

El tono y pulso del acto, entrañablemente afectivo, aumentaron su vitalidad e incidencia activa en cuantos asistimos. En el fondo, como subraya Ruiz Tarazona en su ofrenda, había algo de homenaje y reconocimiento a maestros y guías como Guridi, Julio Gómez, Conrado del Campo o José Cubiles.