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Reportaje:

Viejas glorias convergentes

Pujol forma un triunvirato con Mas y Duran para poner fin a veinte años de conspiraciones

Francesc Valls

Alrededor de un plato de arròs caldós, Convergència i Unió escenificó el pasado miércoles en un restaurante de la Barceloneta que Roma ya tiene triunvirato. Y al revés que en los años sesenta antes de Cristo, el imperio ha dejado paso al triunvirato, asociación de mutuo apoyo que históricamente acabó en sangrienta guerra. Pero 21 siglos después, los tiempos son otros. Y hace cuatro días, Jordi Pujol, en el centro de la mesa y acompañado por Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida, quiso dar la imagen de que CiU no se acaba. Esa fotografía con voluntad de futuro se ha obtenido después de no pocas conspiraciones palaciegas contra las que los triunviros, por lo menos hasta las próximas autonómicas, se han juramentado. Por el camino, en estos más de 20 años de Gobierno de CiU, ha quedado una sobresaliente nómina de aspirantes y viejas glorias: Miquel Roca Junyent, Macià Alavedra o Josep Maria Cullell. Y más recientemente, Joan Maria Pujals, Joaquim Molins o Xavier Trias.

Aún hoy día, el presidente de la Generalitat sigue contando con Roca, que nunca fue su 'delfín'
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- Roca: lo que no fue. Miquel Roca es uno de los grandes caídos. Inició su carrera en CDC codo con codo con Jordi Pujol en 1974. Él mandaba en el partido, Pujol en el Gobierno. Pero no hay que engañarse. Roca no pudo pasar -en su periodo de más esplendor- de secretario general por delegación, un traje que pretendía encorsetar un musculado cuerpo político. Pujol jamás le dejó intervenir en política catalana. Y para ello estableció un complicado juego de contrapesos. Primero lo contrapuso a Ramon Trias Fargas. Y una vez fallecido éste, dos miembros de la vieja guardia -Macià Alavedra y Josep Maria Cullell- fueron los elegidos para equilibrar los platos de la balanza.

Roca buscó una salida a su ambición política. Pero sus reiterados intentos de ser ministro fueron sistemáticamente torpedeados. En CDC aseguran que la crisis Roca- Pujol de 1993 fue la primera ocasión en que la familia (el núcleo articulado alrededor del primogénito, Jordi Pujol Ferrusola) intervino de forma directa. Con todo, aún hoy día, el presidente de la Generalitat sigue contando con el viejo colaborador, que jamás fue delfín, para las grandes decisiones. Desde hace seis años, depués de intentar suerte, en vano, como candidato a la alcaldía de Barcelona, trabaja en su despacho de abogados, tarea a la que se ha entregado a fondo.

- El Kennedy catalán. Junto a Roca, aparecen otros dos políticos de CDC que han abandonado en los dos últimos años sus cargos en el partido, pero que en los años ochenta constituyeron el núcleo en que Pujol confiaba sus decisiones. Son Josep Maria Cullell y Macià Alavedra. Cullell fue el hombre de CiU que más cerca tuvo la alcaldía de Barcelona. En 1991 rozó la hazaña. Se quedó a 68.000 votos del Maragall preolímpico. En CDC hablaban con entusiasmo del Kennedy catalán. Chaqueta de pana, flequillo despeinado y modos socialdemócratas contribuían a ello. De haber conseguido la victoria, tal vez hubiera sido entronizado como número dos. Pero el camino fue otro. Cullell comenzó a compatibilizar ya en 1987 su cargo de jefe de la oposición con tareas de asesoramiento para Kern Española, SA, una empresa que compartía edificio con la Kio de Javier de la Rosa. Su paso por los departamentos de la Generalitat incluyó las carteras de Economía y Política Territorial. Pero la carrera tocó a su fin. Estalló el caso Sant Pere de Torelló en 1994: la recalificación de unos terrenos a favor un cuñado suyo. Y Cullell dimitió de consejero de Política Territorial. En 1999 abandonó todos sus cargos en Convergència y en la actualidad trabaja en el Gabinet Fiscal i Jurídic. Junto a Cullell, el último dirigente histórico que quedaba de la CDC de las mayorías absolutas era Macià Alavedra, el hombre del partido que más ha sabido conectar con el mundo empresarial catalán. Encarna la imagen del bon vivant en épocas en que predonima el esteticismo de lo apolíneo. Alavedra inició su carrera en el Gobierno en 1980 en la consejería de Gobernación; en 1987 ocupó la cartera de Industria y dos años más tarde, tras la muerte repetina de Ramon Trias, se convirtió en el número dos del gobierno de Pujol: pasó a ocupar el Departamento de Economía. Su estrella comenzó a declinar a raíz de las críticas de la oposición por la política de créditos del Instituto Catalán de Finanzas y especialmente por un aval del Gobierno al polémico financiero catalán Javier de la Rosa. Pero a Pujol tampoco le pasó inadvertido el hecho de que durante el caso Banca Catalana, el de Alavedra había sido un nombre que rumores tal vez malintencionados hacían circular como el de un eventual sustituto del líder. Su último servicio fue la negociación para conseguir el 30% del IRPF sin topes. Eso fue en 1996. En 1997 dejó el Departamento de Economía, consciente de que soplaban aires nuevos y que él era una persona del 'antiguo equipo'. Está al frente de la concesionaria de autopistas Aucat.

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- EL 'delfín' del 'delfín'. Joan Maria Pujals ocupó la consejería de Cultura entre 1996 y 1999. Fue el primer candidato serio -el segundo es Mas- a la sucesión. Su ascenso, aseguran las crónicas, se inició de la mano del primogénito de los Pujol. Su estrella, añaden en CiU a falta de más elementos, se apagó con el fiasco de la Ley de Política Lingüística. Ahora es funcionario en excedencia de la Diputación de Tarragona y diputado raso en el Parlament.

- La última hornada. Cuentan en CDC que en 1998, Artur Mas se reunió con Joaquim Molins y Xavier Trias para hablar del futuro. Mas ya apuntaba modos de sucesor y el único camino que podían tomar Molins y Trias era el riesgo de las urnas. Fuentes de CDC aseguran que el actual conseller en cap no quería a un popular Trias en un Consell Executiu con él como delfín ungido. Eran tiempos en que nadie renunciaba a ser sucesor de Pujol. Si Molins hubiese conseguido en 1999 la alcaldía de Barcelona se habría hallado en condiciones inmejorables para lanzarse a la carrera sucesoria. No fue así. Mas amagó disputarle hasta el último momento el puesto de candidato y le impuso -excepto los puestos segundo y tercero de la lista- el resto de la lista. Joaquim Molins, un candidato más de época roquista que de la soberanista iniciada en 1996 por Pere Esteve, vio además cómo el partido le regataba el apoyo durante la campaña. La derrota fue sonada y la estocada final fue la oposición de Mas en enero de este mismo año a que presidiera la federación de Barcelona de CDC, una herramienta que Molins consideraba indispensable para intentar luchar con éxito por la alcaldía de Barcelona el 2003. El pasado 28 de marzo notificó públicamente el fin de 25 años de carrera política. Sonriente, el actual presidente del Centro de Cálculo de Sabadell dijo adiós y quiso dejar claro que se iba porque no comulgaba con la línea impuesta por Artur Mas. En contraste con Molins, Trias continúa al pie del cañón. Su carrera ha pasado por momentos de impreciso delfinato. Así en 1999 pugnó y logró ser el número cuatro de las listas de CiU al Parlament y luego repetir como consejero de la Presidencia. Fue un último intento, antes de que le tocara encabezar la candidatura de CiU. Ahora asegura estar satisfecho con su suerte, a pesar de lo desagradable que resulta Madrid con una mayoría absoluta del PP mientras CiU precisa de los votos populares para gobernar Cataluña.

Josep Antoni Duran Lleida, Jordi Pujol y Artur Mas, el pasado miércoles, en un restaurante de la Barceloneta.
Josep Antoni Duran Lleida, Jordi Pujol y Artur Mas, el pasado miércoles, en un restaurante de la Barceloneta.TEJEDERAS

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