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Columna
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Crisis terminal

¿Existe el PA como partido político en este momento?

Obviamente, no me refiero a su existencia desde una perspectiva jurídica, sino a su existencia desde un punto de vista político. Jurídicamente no cabe duda de que el PA es uno de los partidos que está inscrito en el registro de partidos del Ministerio de Interior, así como tampoco puede haberla de que dispone de una dirección con capacidad jurídica y de obrar en nombre de dicho partido.

Pero ¿existe políticamente? ¿ Se puede reconocer en la actuación del PA en los últimos meses los elementos definitorios de un partido político digno de tal nombre?

Políticamente un partido político se diferencia de una pandilla por el hecho de ser portador de un proyecto de dirección política de la comunidad en la que opera. Como escribió Edmund Burke a finales del XVIII, un partido político es la conjunción de unas personas que son portadoras de un proyecto de dirección general de la sociedad con base en un principio particular que todos ellos comparten. El partido es una parte de la sociedad, pero una parte que tiene un proyecto de dirección para toda la sociedad. Es la parte que se propone políticamente como el todo. Sin ese proyecto de dirección general, el partido degenera en pandilla. Formalmente será un partido, pero materialmente habrá dejado de serlo. Es el interés particular de quienes lo integran, al margen de cualquier proyecto de dirección política de la comunidad, lo único que lo acaba sustentando.

Esto es lo que le viene ocurriendo al PA desde la celebración de su último congreso. El partido ha dejado de ser portador de cualquier proyecto de dirección para Andalucía, para pasar a convertirse en la tapadera de intereses exclusivamente particulares. No hay forma de adivinar en la actuación del PA en los últimos meses una línea política. No hay nada más que intereses particulares en el interior y en el exterior del partido, en los órganos de dirección y en las instituciones en las que tienen presencia.

No es la primera vez que le pasa. El hombre, dice el refrán, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y el PA, añado yo, el único partido que tropieza múltiples veces. La habilidad que ha tenido el PA para sacrificar su proyecto político a intereses exclusivamente personales y de hundirse electoralmente como consecuencia de ello, es un caso único en la política española de este último cuarto de siglo. Los resultados electorales desde 1979 reflejan casi milimétricamente los procesos recurrentemente degenerativos del PA de partido en pandilla.

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No es, posiblemente, el momento actual, aquél en el que el PA ha traicionado de manera más flagrante su condición de partido. El contubernio de Rojas-Marcos con Martin Villa tras el referéndum del 28-F, es prácticamente insuperable como acto de subordinación de un proyecto político a un interés exclusivamente personal. Es en este momento, sin embargo, en el que el proceso degenerativo puede convertirse en una crisis terminal.

En primer lugar, porque llueve sobre mojado. El electorado andalucista ha tenido que soportar ya demasiados giros completamente inexplicables desde una perspectiva política, para que pueda pedírsele un esfuerzo más de comprensión. La paciencia tiene un límite y lo llamativo es que la del electorado andalucista no se haya agotado hace ya tiempo.

En segundo lugar, porque las crisis que están estallando en el PA lo está minando de manera difícilmente reversible. La crisis del PA en la provincia de Cádiz como consecuencia de la votación de cinco concejales afines a Pedro Pacheco a favor del candidato del PSOE y en contra de Antonio Moreno, alcalde andalucista de San Fernando, en la elección del presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Bahía, afecta al PA en la provincia en la que tiene más fuerza y en la que mejor ha resistido hasta la fecha en los momentos de reflujo. Sin Cádiz, el PA habría dejado de existir hace tiempo. La crisis del PA en Granada, en la que se ha constituido un grupo crítico en torno al único concejal andalucista en el Ayuntamiento de la capital, que ha exigido la 'destitución' de la dirección en la provincia, afecta al PA en su implantación en Andalucía oriental, que ha sido el talón de Aquiles del PA, desde el cambalache de la alcaldía de Sevilla por la de Granada en las elecciones municipales de 1979, otro ejemplo terrible de subordinación de un proyecto político a intereses personales. Quedar paralizado en Cádiz, como consecuencia del enfrentamiento con el alcalde de Jerez, y perder toda posibilidad de implantarse en Andalucía oriental, es incapacitarse para hacer política en el conjunto de Andalucía. Esto es lo que significan políticamente estas crisis, que son aparentemente crisis locales, pero que, en el estado en el que el PA se encuentra, son de carácter general.

En tercer lugar, porque el PA carece de dirección. Formalmente la tiene, pero materialmente no. Es una direción no reconocida ni dentro ni fuera del partido. Está contaminada por lo peor del pasado y es eso lo que propone como proyecto de futuro. Es un camino a ninguna parte.

En realidad, lo que está ocurriendo en el PA no tiene intrínsecamente mucha importancia y casi no merecería la pena ocuparse de ello, si no fuera porque estamos, por un lado, en la primera mitad tanto de la legislatura autonómica como de los mandatos municipales, y por otro, porque el PA está integrado en los gobiernos de la comunidad autónoma y de Ayuntamientos y Diputaciones tan importantes como Sevilla, Granada y Málaga. El PA no es en este momento un partido, sino una pandilla, y como todas las pandillas, es sumamente inestable y escasamente fiable. Su inestabilidad y escasa fiabilidad puede trasladarse a los gobiernos en los que participa y acabar generando crisis que tendrían una dimensión muy distinta a la que tienen sus crisis internas. Tres años de legislatura son muchos años. Sería sensato que se fuera pensando en planes de emergencia. Pueden ser necesarios en cualquier momento.

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