Despedidas
Se despide el Barça de su condición de favorito incuestionable. Hace un mes, antes de la final de Copa ante el Madrid, tocó techo en la admiración general. Desde entonces ha perdido gas, juego e impacto. Mientras busca las causas del bajón, otros suben como la espuma. El Madrid ya no duda de su superioridad en terrenos donde no intervenga la fuerza, el Unicaja gana su primer título europeo y vence a los azulgrana en Málaga y del Tau poco queda por decir.
Despiden a Imbroda del Caja San Fernando. Con un estilo pésimo. Indigno final para un entrenador que ha hecho mucho por el baloncesto en Sevilla. El epílogo no deja de ser coherente ante tanto absurdo como ha rodeado la sucesión de Lolo Sáinz. Sólo los protagonistas conocen los entresijos, pero al común de los mortales se le antoja que las cosas se podrían haber hecho mejor. Al final, todos pierden, sobre todo Sevilla.
Se despidió Guardiola más sólo que la una. Debía de ser muy importante el viaje de Gaspart. Me acuerdo de Brabender, Corbalán, Solozábal y muchos otros que tampoco pudieron tener el final deseado y merecido despues de pasar de jugadores a simbolos. Dicen que el público tiene la memoria muy frágil y olvida enseguida. Mentira. Al menos, no en estos casos, por lo que resulta imperdonable que no se encuentre la fórmula adecuada. Los clubes están siempre por encima de los jugadores, pero son los jugadores los que hacen grandes a los clubes y escriben su historia.
Por último, se despidió para siempre Ramón Mendoza. No se puede decir que prestase mucha atención al baloncesto y cuando lo hizo no supo, salvo con Mariano Jaquotot, elegir bien a las personas. Pero siempre fue afectuoso, divertido y joven en espíritu. Lo suyo eran Butragueño y compañía, pero su recuerdo va acompañado de una sonrisa cómplice, canalla en la más agradable de sus acepciones. Nos vemos, Ramón.
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