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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las parejas de hecho

La polémica suscitada en nuestra sociedad actual sobre las parejas de hecho es uno de los nuevos retos que debe abordar la democracia. En realidad se trata de convertir las parejas de hecho en parejas de derecho. Todo esto surge en un mundo globalizado en el que la libertad del individuo ha penetrado en las conciencias sin regresión alguna. Es decir, libertad para casarse, libertad para divorciarse, libertad para vivir unidos sin ninguna atadura, y libertad para ejercer el sexo de una manera circunstancial impulsado por el solo deseo del placer físico. Este fenómeno se llama: el amor libre, que se temía en los comienzos del siglo pasado cuando la sociedad estaba condicionada a las exigencias religiosas y a morales atávicas.

Para los partidos de izquierdas llamados progresistas es un mandato de la sociedad que no podemos eludir. Para los partidos de derechas llamadas conservadoras es una tendencia que debemos frenar si no queremos que el matrimonio, base de la sociedad civilizada, pueda estar a punto de perderse.

A este fenómeno ha contribuido, en parte, el alejamiento de las nuevas generaciones del soporte religioso que las mantenía. El matrimonio eclesiástico, con su lema 'unidos hasta que la muerte os separe', ha perdido todo su vigor.

Es cierto que no podemos oponernos a los avances de la ciencia y a las alteraciones sociales que producen. Las parejas de hecho no son lo más trascendente que nos puede ocurrir. Muy pronto presenciaremos el aborto integral sin reparos, la práctica generalizada de la eutanasia, la clonación y los hijos a la carta. Todo eso será natural como la vida misma.

Pero las parejas de hecho, tanto si se establecen entre igual o distinto sexo, tienen que ser reguladas por leyes precisas que mantengan con la sociedad un cúmulo de derechos y de obligaciones.

Por supuesto que deben mantenerse, propiciarse y estimularse aquellos matrimonios que, tanto moral como social o económico, 'ate' a dos personas de distinto sexo con continuidad y verdadero amor, y, si es posible, hasta que la muerte los separe.-

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