_
_
_
_
Tribuna:DEBATE | ¿Libertad 'versus' igualdad?
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un falso dilema

No debemos dejarnos llevar por modas intelectuales, que siempre acaban arrumbadas en el museo de la historia. Una de las más falaces es el sofisma del falso dilema entre libertad e igualdad, que arrastra su retórica argumental desde los epígonos de Adam Smith, que hubieran producido horror al profesor escocés si los hubiera conocido. Desde entonces ha habido una pretensión de contraponer los dos valores con los fisiócratas Burke o Malthus, el horrible Malthus de la parábola del banquete de la segunda edición de su Ensayo sobre la Población, hasta Hayek, Nozick o el matrimonio Friedman, pasando por el Tocqueville del informe sobre el pauperismo a la Academia de Cherburgo.

Pero creo que ésta es la mala herencia de la Ilustración, que ha reforzado hoy las peores perspectivas del neoliberalismo y de la llamada globalización. Esta ideología se ha crecido con la caída del comunismo, al que falsamente atribuyen el estandarte de la igualdad frente al de la libertad sustentado por el capitalismo. Si el comunismo se hundió en la URSS no fue por igualitario, sino por totalitario. Es verdad que los sistemas comunistas preconizaban la igualdad pero prescindían de la libertad. Eran igualitarios pero antiliberales, y así negaban la mejor herencia de la Ilustración. Si fuera verdad que su caída ha arrastrado a la idea de igualdad, habría que decir, con Kavafis, ahora que los bárbaros no están, ¿qué vamos a hacer sin los bárbaros? Pero no es cierto que ese fracaso sea el fracaso de la igualdad, como tampoco es cierto su contrario de que la libertad sólo puede florecer prescindiendo de la igualdad.

Sólo la acción de una libertad igualitaria permite que cada persona impulse su dignidad
Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Mientras haya pobres en los países ricos y haya tanta desigualdad entre esos países y los países pobres, es un sarcasmo plantear el dilema libertad-igualdad, que no es sino el intento de un economicismo desbordado de sus límites propios para reforzar su ideología, hasta hacerla la única existente. Si el comunismo ha caído por ser totalitario y por ignorar la libertad, este intento no puede ni debe prosperar, porque ignora el papel homogenizador de la igualdad. Sigue siendo cierto aquel principio regulador de la convivencia social que formuló Rousseau en el Contrato Social de que nadie puede ser tan pobre como para necesitar venderse ni nadie tan rico para poder comprar a otro.

Para entender el futuro de esa dicotomía libertad-igualdad, hay que volver la mirada a la Ilustración, pero sin reducirla ni mutilarla con toda su complejidad, con todos sus perfiles y con todos los movimientos que la continuaron en los dos siglos siguientes. Neil Postman, profesor de la New York University, ha hecho ese esfuerzo en su interesante obra Building a Bridge to the Eighteenth Century. Desde esa perspectiva, una reflexión favorable conduce siempre a un modelo de Estado que sea a la vez igualitario y liberal, donde ambos valores se complementen. La libertad es el valor central, pero si no alcanza a todos o a la mayoría habrá frustrado la cohesión social y el desarrollo de la dignidad de las personas, que es de todos y no sólo de algunos. Así, quizás el falso dilema se disuelve si hablamos de libertad igualitaria.

El punto de partida debe ser Kant, y debe ser un punto de partida ético, arrancando de su idea de dignidad, de que los hombres son fines y no medios para nadie, y de que, por consiguiente, no tienen precio. Si se constata que muchos hombres no pueden alcanzar por sí mismos la libertad de que otros gozan, no se puede dejar al libre juego de la autonomía de la voluntad que unos puedan desarrollar su dignidad y que otros la frustren. Precisamente esa dignidad consiste en cinco grandes rasgos de nuestra condición, que nos distinguen de los demás animales: nuestra capacidad de elegir, de construir conceptos generales y de razonar, de crear con la imaginación y con el sentimiento obras artísticas o literarias, de comunicarnos y de dialogar, y finalmente de elegir nuestros planes de vida, como seres morales que buscan la autonomía y la independencia personal. Entre la libertad de elección y la libertad moral, que son las dimensiones iniciales y finales de ese concepto, aparece la libertad social política y jurídica, de la que estamos hablando, y que organiza con la democracia y con los derechos humanos un escenario para que cada uno pueda reconocer ese itinerario dinámico, desde la elección libre a la autonomía moral o libertad moral. En una tradición que arranca de los igualitarios del XVIII como Mably, Rousseau, Condorcet o Paine, y que alcanza al socialismo ético desde Louis Blanc hasta Fernando de los Ríos o Heller, y que hoy defienden autores dispares como Rawls o Bobbio o, en España, Elías Díaz y otros muchos, entre los que me encuentro, y que abarcan desde el liberalismo político progresista hasta ese socialismo ético que arranca de Kant y de los ilustrados.

Muchos hombres y mujeres sufren la desigualdad, que es un hecho, y otros muchos sufren discriminación, que es una realidad no fáctica, sino normativa. En esas condiciones, abandonados a los avatares de una 'libertad' con truco, la mayoría perecen en el intento de conseguir un destino digno con su propio esfuerzo. Esta tremenda lucha por la existencia es contemplada con indiferencia desde los satisfechos, los que no necesitan ayuda, que incluso creen de buena fe que todos pueden situarse a su nivel. Es un hecho que en la actualidad nacen muchas personas en el mundo en tales condiciones de pobreza que se debe descartar que puedan procurarse una vida decente, mientras que otras, desde su cuna, controlan los medios y las riquezas y tienen todas las ventajas para desarrollar plenamente su dignidad. Cuando esas personas desgraciadas en su miseria no son responsables de estar en desventaja en relación con los favorecidos es poco decente sostener que carecen de justificación las intervenciones de igualdad, salvo que pensemos que las ventajas son merecidas o que derivan de la suerte. Los partidarios de una libertad sin igualdad están siempre en ese grupo de los que piensan que su status deriva de sus capacidades naturales bien explotadas, de su esfuerzo y de su inteligencia. Es difícil distanciarse individualmente de esa deformación egoísta, y sólo los poderes públicos y su Derecho pueden salvar, con acciones de igualdad, el inmenso abismo de riqueza y de oportunidades. Por eso la función promocional del Estado es imprescindible para satisfacer necesidades básicas que permitan la cohesión social. La equilibrada acción de una libertad igualitaria es condición indispensable para que cada persona pueda impulsar su dignidad. Sostener el falso dilema libertad-versus-igualdad, es condenar a la mayoría a no desarrollar esa dignidad.

Gregorio Peces-Barba es rector de la Universidad Carlos III.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_