Vida subterránea en São Paulo
La ciudad brasileña de São Paulo, una de las tres mayores del mundo -16 millones de habi-tantes- y una de las más ricas de Brasil -concentra el 50% del PIB (producto interior bruto) de todo el país y está considerada la capital económica y monetaria-, sufre al mismo tiempo de altos índices de violencia y alberga un ejército de personas sin techo que se mueven como sombras vivientes en los subterráneos, bajo los viaductos y en los parques más abandonados de la ciudad.
El número es difícil de contabilizar. El último censo oficial habla de 8.400, comprendidos en una franja de edad entre 18 y 45 años, pero se supone que deben ser por lo menos el doble.
Y no se trata sólo de marginados, inadaptados, enfermos mentales, niños abandonados por sus familias y que sobreviven como perros callejeros cuando no caen bajo las balas de la policía, que suele actuar en estos casos impunemente porque tiene la convicción de que es mejor que un muchacho inadaptado muera enseguida antes de que pueda hacer mayores males como adulto. En el caso de São Paulo, se trata también de personas normales a quienes la vida ha empujado hacia la marginidad al haber perdido el trabajo y la red de protección familiar. Y son sobre todo los componentes de esta categoría quienes han tenido la genial ideal de crear entre ellos una ciudad paralela con un mínimo de comodidades. Ya que las ayudas del Estado no llegan a estos marginados que forman parte de los 40 millones de brasileños cuya única fuente de ayuda es el voluntariado, ellos se las arreglan como pueden. Y han organizado su ciudad.
Está localizada bajo el viaducto que une las regiones este y oeste, en la bajada de Glicerio, a 800 metros del despacho de la alcaldesa Marta Suplicy, una sexóloga comunista que, para devolver la autoestima a los habitantes de la ciudad, está organizando cientos de sesiones terapéuticas comunitarias en plazas y oficinas públicas. Todos estos variopintos personajes de la ciudad paralela llevan incluso un distintivo y reciben cada día una especie de rancho que les ofrece una ONG. Y empiezan a tener de todo: barberos, ambulatorio de salud, plaza de lectura, murales con recortes de periódicos del día, sala de baños, teléfono comunitario y hasta servicio de correos. Como no tienen dirección, la Asociacion Minha Rua, Minha Casa, les ha ofrecido su dirección para que puedan recibir correspondencia: Rua Doutor Lund, 361.- 01513-020 Libertade. São Paulo.
Voluntarias
Un grupo de voluntarias, como en una escena del filme de Fernanda Montenegro Central de Brasil, ayudan a los analfabetos a leer y escribir cartas. Una de estas voluntarias es una periodista jubilada de 70 años. Algunas cartas son entercedoras. En vísperas de la pasada Navidad, un muchacho de Sergipe le pidió que escribiera una carta a su padrino en estos términos: 'Como estoy sin trabajo y viviendo en la calle, le pido que compre un juguete para mi hija pequeña, que yo se lo pagaré en cuanto pueda'.
Se arreglan como pueden durante el día para conseguir unos reales. Carlos Capelo, dos veces viudo, hoy saca un dinerillo contruyendo balones y aún enseña el oficio a sus compañeros de calle. Cuando ni eso consiguen, pagan algunos servicios, como el de barbería o correos, con trabajos comunitarios
Algunos, generalmente los más jóvenes, consiguen a veces dormir en un albergue y en cuanto amanece se echan a la calle para intentar obtener dinero. A veces venden de todo: lo que la gente les da como sobras o lo que consiguen robar. Otros, generalmente los mayores, prefiren dormir en la calle, donde a veces construyen pequeñas casas con pedazos de muebles o electrodomésticos recogidos en las basuras. Hasta ha habido una revista que se ha interesado en estudiar el gusto y hasta el diseño de algunos de estos habitantes de la calle, que, al no lograr que su fantasía les sirva para encontrar un trabajo, la derrochan en ordenar sus enseres viejos e incluso en construir otros nuevos.
Brasil, un país fundamentalmente rural, cada vez se está volcando más sobre las grandes ciudades: São Paulo, Río de Janeiro, Salvador, Belo Horizonte, etc. en busca de un espejismo de trabajo, aunque lo cierto es que acaban hacinados en las favelas o viviendo bajo puentes y viaductos. En Río han encontrado otro tipo de dormitorio fácil y hasta agradable: la famosa playa de Copacabana, con un clima de eterna primavera, donde los turistas de los hoteles de lujo tienen que esperar para ir a bañarse a la playa hasta que se despiertan a veces familias enteras y hasta que realizan sus necesidades y abluciones. La única alternativa es saltar por encima de ellos, aún dormidos.
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