Entre Melilla y Argelia, Almería
Las autoridades melillenses 'expulsan' a la Península a inmigrantes argelinos con la pretensión de que vuelvan a su país
'Nos vamos a quedar en Almería. No conocemos a nadie en otro sitio, ni tenemos dinero para ir a otro lugar. Queremos quedarnos aquí e intentar buscar un trabajo'. Mourad es argelino, tiene 29 años y una orden de expulsión del país firmada por el delegado del Gobierno en Melilla, Arturo Esteban Albert.
Mourad recibió la orden de expulsión unos días antes de que la Policía melillense le acompañara en la travesía desde Melilla hasta Almería y lo abandonara en esta ciudad con la ingenua esperanza de que saldría voluntariamente de España y regresaría a Argelia, el país del que huyó por miedo a sufrir las consecuencias de una complicada situación social y política.
Este argelino llegó a Almería la semana pasada acompañado por otros siete compatriotas que llegaron también con su correspondiente orden de expulsión en el bolsillo.
Las expulsiones se han convertido en una práctica habitual que no parece resolver ningún problema
Mientras Mourad expresa su clara intención de quedarse en la ciudad a la que lo trasladaron las propias autoridades de Melilla, sus compañeros asienten y se suman a la idea de permanecer en Almería.
Por el momento han conseguido el apoyo del Sindicato de Obreros del Campo, que ya ha presentado un recurso contra las órdenes de expulsión y una solicitud de permiso de residencia por circunstancias excepcionales, apelando a la dificíl situación que vive Argelia.
Estos ocho inmigrantes son los últimos argelinos que han recalado en Almería tras ser trasladados por las autoridades de Melilla. Pero no son los únicos. Desde principios de año han llegado hasta esa ciudad andaluza unos 80.
Estas expulsiones se han convertido en una práctica habitual que no parece resolver ningún problema. Si acaso, el problema lo trasladan de una ciudad a otra.
Se supone que una vez en Almería, los argelinos tendrían que cumplir voluntariamente con la orden de expulsión y dirigirse hasta Alicante para, desde allí, partir hacia Orán. En la práctica, nadie controla que eso sea así y ellos no están dispuestos a regresar por su cuenta y riesgo al país del que han huido. Así que reconocen sin reservas que no se irán.
'En Melilla estuvimos unos cuatro meses. El CETI [Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes] estaba repleto y nosotros vivíamos en unas chabolas sin trabajo y sin ningún apoyo. Después nos dieron un documento [la orden de expulsión] y la policía nos acompañó en el barco hasta Almería', explica Mohammed Zabred, de 31 años, otro de los argelinos que llegó la semana pasada.
'Yo en Argelia trabajaba de guardia de seguridad. Se acabó el contrato y quería venir a España a buscar trabajo y salir de Argelia por el problema político', asegura Zabred, quien ahora confía en el apoyo de sindicatos y organizaciones no gubernamentales de Almería.
Por el momento, buscar algún tipo de ayuda es lo único que pueden hacer, ya que después de agotar el tiempo de estancia en el centro municipal de acogida de Almería, no saben dónde vivirán ni cómo podrán encontrar trabajo sin aportar más papel que una orden de expulsión.
Lo que sí saben es que no están dispuestos a regresar a Argelia. Salir de allí les costó abandonar a sus familias, pagar hasta 3.500 francos franceses (unas 87.500 pesetas) a las mafias para que los trasladaran desde Marruecos a Melilla y albergar durante meses la vaga esperanza de conseguir los papeles que les permitieran dar el salto a la Península.
Al final han conseguido entrar, pero con una orden de salida que establece la prohibición de volver a España en un plazo de tres años, prohibición que deben hacer extensiva a todos los países europeos que suscribieron el Acuerdo de Schengen.
Antes eran inmigrantes irregulares en Melilla. Ahora lo son en Almería. Su situación es similar. Casi nada ha cambiado. Sólo el lugar geográfico.
'Volveríamos a intentarlo otra vez, aunque haya muchos problemas. Cuando salimos de Argelia ya sabíamos que iba a ser muy difícil', aseguran Mourad y Zabred. El resto de compañeros asienten con la cabeza.
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