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Columna
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Ni chicha ni limoná

El entorno real maravilloso de principios de nuestra civilización judeocristiana no admitía transgresiones sexuales en el concepto de pareja. La terrible mortalidad infantil que aquejaba al género humano exigía tener docenas de hijos con vistas a salvar a dos o tres, y eso hizo que la improductiva homosexualidad fuese considerada tabú, ya que era necesario consagrar todos los efectivos a la reproducción de la especie. Es obvio que el primer libro de la Biblia fue escrito por un novelista avant la lettre sometido a las certezas de su tiempo. 'No es bueno que el hombre esté solo', parece ser que dijo Dios antes de darle compañera al padre Adán (Génesis 2: 18), circunstancia que constituye la primera decisión políticamente correcta de nuestra historia escrita.

Las cosas han cambiado y hoy Adán a lo mejor hubiera sido gay. No obstante, la corrección política sigue en pie y hace que a algunos les cueste admitir que no siempre a toda llave le corresponde su cerradura. Tal es el caso del gobierno de Madrid, reacio a agarrar al toro por los cuernos y a promover un texto legal que se deje de ambigüedades y permita a cualquier ciudadano, del sexo que sea, casarse con otro ciudadano también del sexo que sea y gozar de los mismos derechos y obligaciones que las familias de corte tradicional.

Entre tanto, algunos gobiernos de menor entidad han dado tímidos pasos en España, primero en Navarra y ahora en la Comunidad Valenciana, donde la Ley de Parejas de Hecho del consejero de Bienestar Social, Rafael Blasco, 'legaliza' a las parejas estables ante la administración autonómica. Como siempre sucede a la hora de aprobar leyes que alteran costumbres ancestrales, ésta no se ha visto libre de polémica, pero lo curioso del caso es que los tiros le han venido a Blasco desde ambos lados del espectro ideológico del Partido Popular.

Blasco es un neoliberal de libro de texto y con frecuencia se le notan demasiado las contradicciones, como cuando pretende dárselas de solidario promoviendo una Ley del Voluntariado sin poner en entredicho al mismo tiempo la racista Ley de Extranjería de sus correligionarios, pero en esta ocasión las críticas que le han caído encima me parecen un poco marcianas. El anatema de los obispos, desde la derecha rancia, era de esperar. ¿Qué otra cosa podían decir los curas ante un texto que banaliza el pecado mortal, que es el pan con que ellos se ganan la vida? En cambio, la actitud del PSOE no es de recibo, pues los socialistas han alegado que la Ley de Parejas de Hecho se queda corta y que por eso votaron en contra, olvidándose sin rubor de que, cuando tuvieron la ocasión de romper el nudo gordiano, se cruzaron de brazos y dejaron pasar el carro de la historia.

No es que yo piense que esta ley es el nec plus ultra, pero menos da una piedra y por eso es cínico negarle el pan y la sal. ¿Que existen fundamentos económicos ocultos tras ella?, por supuesto, pero a mucha gente le va a solucionar un montón de problemas y eso me basta.

Quizá me esté equivocando al defenderla (en cuyo caso rectificaré), pero me parece injusto que se tilde dicha ley de corta y descafeinada , ya que la izquierda oficial, en su momento, no ofreció precisamente café turco a la ciudadanía, sino más bien el equivalente al castizo 'ni chicha ni limoná'.

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