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Melville y el mar

Herman Melville, nacido en 1819, es un escritor del siglo XIX, aunque la verdad es que murió en 1891, olvidado y sin ningún tipo de reconocimiento. De hecho, no fue hasta la década de los treinta del siglo XX cuando se le rescató para proclamarle como lo que es: uno de los grandes escritores norteamericanos de todos los tiempos. Su Moby Dick, torpemente etiquetado durante años como literatura juvenil, es una gran obra alegórica de ecos shakespearianos en la que la blancura de la ballena ejerce a la vez de símbolo del bien y de un mal inquietante. Su Bartleby anuncia el mundo de Kafka y convierte a Melville en nuestro contemporáneo. En Moby Dick, por supuesto, está presente el mar, como en muchas otras obras de Melville. Como en Billy Budd, marinero, por ejemplo. Publicada póstumamente en 1924, muchos años después de su muerte, esta novela de Melville tiene una base de tragedia (de nuevo, el eco de Shakespeare), un lenguaje vibrante, una descripción certera de personajes y, como sucede a menudo en Melville, una reflexión sobre el bien y el mal en el mundo y la frágil línea que los separa.

El ambiente cerrado de un barco de guerra es el escenario elegido por Herman Melville para contar su historia, convertida en libreto de ópera por E. M. Foster y Eric Crozier para Benjamin Britten. Aquí se encuentra el marinero Billy Budd, descrito como un hombre joven, bello y bueno y con la carga simbólica de proceder de un barco llamado nada menos que Derechos del hombre. Junto a él, otros dos personajes se dibujan claramente: el capitán Vere, amante de los libros y con una marcada inclinación hacia lo intelectual, y el malvado maestro de armas John Claggart. Billy Budd será en la novela el centro de una tragedia en la que se verá acusado falsamente y en la que el capitán Vere deberá dictar una justicia nada fácil. Billy Budd, como la ballena blanca, es el símbolo de una verdad y de una justicia mancillada en un mundo de marineros al que Melville, embarcado durante algunos años y buen conocedor de este ambiente, otorga una dimensión especial. 'El marinero es franqueza', escribió, 'el hombre de tierra es sutileza'.

El aspecto moral de Billy Budd, que tanto interesaba a Herman Melville, queda de manifiesto en este inicio del capítulo XXI de la novela: '¿Quién puede trazar en el arco iris la línea donde termina el color violeta y empieza el color naranja? Vemos con claridad la diferencia de los colores, pero ¿dónde exactamente se funde el primero con el segundo? Lo mismo pasa con la cordura y la locura'. Es esta línea sutil, esa línea de la sombra de la que hablaría también más tarde Joseph Conrad, otro escritor marinero, la que atrae a Melville. Se trata de hablar de la justicia pocos años después de la Revolución Francesa, en un mundo de valores cambiantes. Melville no ofrece respuestas, sino que expone el problema con un lenguaje admirable. Y en el centro está el personaje de Billy Budd, con su belleza, su juventud, su bondad y un mundo hostil que le tiende una trampa.

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