La revista 'Erria'
La innovación en la captura del documento gráfico exige día a día los fotógrafos de prensa un esfuerzo intelectual de titanes. Son experiencias cotidianas que terminan por marcar un ritmo de trabajo asfixiante. El tiempo para pensar nuevas tomas es insuficiente y, salvo casos excepcionales, se cae en la reiteración. La formula para sortear estos baches puede estar en una temporada de descanso, pero quizás sea más operativo llevar a cabo una revisión (lectura) permanente de los trabajos y autores que nos han precedido. Es una manera de crecer profesionalmente, además de favorecer la autoestima con el saber adquirido. Este proceso de formación constante conviene no limitarlo a las publicaciones o autores más renombrados. Seguramente podemos encontrar ejemplos en el entorno más próximo que nos sirvan de orientación y pongan de manifiesto una iconosfera con la que probablemente los lectores establezcan un grado de identidad más intenso.
A pesar de su escasa duración, la revista gráfica Erria es un ejemplo de esas referencias a tener en consideración. En 1925, en plena dictadura del general Primo de Rivera, se empieza a publicar semanalmente en Bilbao. En otra escala de categorías, es quizás un ejemplo inspirado en Alemania, donde en todas las grandes ciudades aparecían revistas ilustradas, embrión de lo que se considerará en pocos años la época dorada del periodismo fotográfico. Animada por Aureliano López de Becerra, más conocido en los medios periodísticos por el seudónimo Desperdicios, se presenta como una herramienta para fomentar el regionalismo; el de una región que, tal como se indicaba en la cabecera, abarcaba todo el norte de España. Así lo corroboran la mayor parte de las informaciones gráficas o escritas que en ella se publican. Aunque en la escueta sección De aquí y de allá se incorporaban noticias nacionales e internacionales, el peso recaía en las que provenían de Santander, Guipúzcoa, Asturias y, lógicamente, Vizcaya, donde estaba ubicada la editorial.
Del tamaño de un folio, resultaba muy manejable. Utilizaba dos tipos de papel, el de mayor gramaje y textura iba destinado a las fotografías, para conseguir una mejor calidad de reproducción. Los temas eran de lo más diverso. Podía tratarse de fútbol, hípica, juegos florales, ciclismo, regatas, homenajes a colectivos gremiales o las actividades militares en Marruecos. Fotonoticias o fotos documentando crónicas se repartían en diferentes y variados formatos. Entrevistado y entrevistador aparecían juntos en las imágenes para dar más énfasis y credibilidad a los artículos. Así queda patente en dos páginas dedicadas a una conversación entre el pintor Gustavo de Maeztu y el periodista (además de literato) bilbaíno Luis Antonio de Vega. La imagen esta tomada en el estudio del artista. Se le presenta rodeado de cuadros y una escultura de un marinero en un rincón. De perfil, sentado en una butaca, con su perro en el regazo, mira de frente a su contertulio. El conjunto denota intimidad, ternura, también garantía para los lectores de que se ha estado con el protagonista.
Entre los autores fotógrafos que colaboran en la revista están Amado, en Bilbao, Duarte y Mars en Oviedo, Hilario García en Santander, Indalecio Ojanguren en Éibar y Carte en San Sebastián. En líneas generales sus trabajos no presentan inquietudes compositivas que escapen de las entonces clásicas perspectivas frontales a la altura de los ojos. Es en la puesta en página donde se ofertan matices más atrevidos. La geometría oscila entre el cuadrado, el rectángulo panorámico o los óvalos. Cabe también encontrar siluetas o superposiciones de unas imágenes sobre otras, a modo de sencillos fotomontajes, para ampliar detalles sobre la información principal. La instanteneidad se circunscribe al los temas deportivos, el resto son fundamentalmente poses que se orientan buscando la iluminación más conveniente para un contenido con tono oficialista, popular y costumbrista. Son todos ellos motivos de donde se pueden extraer criterios validos para el fotoperiodismo de nuestros días.
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