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5.000 LIBROS PASAN AL AÑO POR EL CONDE DUQUE | GESTIÓN

Las técnicas clásicas, vigentes en la imprenta artesanal del Ayuntamiento

F. Javier Barroso

Imprenta artesanal con gran implantación en la capital busca aprendices de cajistas y maquinistas para negocio a pleno rendimiento. Un anuncio de similares características será el que tendrá que poner en breve el Ayuntamiento de Madrid para mantener la imprenta artesanal, un pequeño reducto en el que 30 personas se empeñan en que pervivan las técnicas de Gutenberg. Los sótanos del Cuartel del Conde Duque son los testigos mudos de esta forma tradicional de editar libros y catálogos.

Nazario Escribano coge la regleta y empieza a colocar los tipos. Este cajista tiene a sus espaldas 40 años en la imprenta del Ayuntamiento de Madrid. Ahora 'está levantando' poco a poco un libro de poesía que verá la luz a finales de año. El montaje de cada página le lleva 45 minutos. En esta ocasión utiliza letras del cuerpo 12 de la familia Ibarra, fundidas por Richard Gans en 1931 con antimonio, plomo y estaño. 'En esta imprenta sólo quedamos dos cajistas. Es muy difícil que los jóvenes aprendan este arte. Es caro. Por ejemplo, para que fuera rentable habría que cobrar por unas tarjetas de visita 5.000 pesetas', explica Escribano.

Mientras, una antigua prensa Planeta-Fixia-Rapid de 1919 escupe las primeras pruebas del libro. Los cilindros no cesan de dar vueltas y de alimentar los tinteros, mientras la plancha entra y sale con las cajas de los tipos. La alimentación de la máquina, perfectamente engrasada, se tiene que hacer de pie desde una escalerilla. El maquinista debe poner las hojas en forma de escalerilla. El ritmo de trabajo no supera los 1.200 pliegos a la hora, y eso si el operador actúa con rapidez. Nada comparado con las modernas rotativas que imprimen 60.000 ejemplares de un periódico de 96 páginas cada hora, como mínimo. 'Aquí vamos más lentos, pero con una calidad única', explica el maquinista. En la imprenta todavía se calculan las medidas con cíceros (unidad de medida utilizada en tipografía que equivale a 4,5 milímetros) y tipómetro en mano.

Cosido manual

Cuando salen los pliegos de la imprenta, se cortan y se preparan los libros. Aquí empieza a funcionar otro departamento de esta sección de la Concejalía de Cultura. El taller de encuadernación artesanal se encarga del siguiente proceso. Las costureras cosen todos los pliegos a mano. Para ello pueden utilizar la manera española (dar una puntada en todos los pliegues) o la francesa (ir alternando cada dos). Esta última se emplea sobre todo en libros gruesos para que no aumente su volumen.

Otro operario se encarga de conseguir el llamado lomo vuelto. Unos golpes en el lateral hacen que el libro se doble ligeramente y las primeras y las últimas hojas del ejemplar sobresalgan de las centrales. 'Esta parte de la imprenta también se encarga de encuadernar los libros deteriorados de las bibliotecas municipales y los libros de actas y registros de los distintos servicios municipales', explica el jefe de la sección de la imprenta artesanal, José Bonifacio Bermejo. Para las tapas se utilizan diversos materiales. Para los libros regalados por protocolo (los que se entregan a los reyes o presidentes de Estados) se encuadernan en piel. El resto se cubre con algún material sintético. Al año pasan 5.000 volúmenes por este departamento.

Una de las joyas de la corona reside en la sección de encuadernación artística. Sus cuatro operarios se encargan de vestir con extraordinarios lomos y tapas grabados en oro o con mosaicos con incrustaciones en piel. Para los dorados se emplea oro en película. Este componente tiene una parte plástica que se adhiere con mayor facilidad que el pan de oro a la piel. Para marcar los motivos se emplea la colección de hierros cedida por el encuadernador Antolín Palomino. Cuando éste se retiró, cedió todo su material a la imprenta artesanal, que está inventariado como patrimonio histórico-artístico.

La técnica consiste en calentar el grabador, comprobar su temperatura al echarle una gota de agua en la parte metálica y marcar sobre el lomo o la tapa del libro. 'La técnica más difícil es la del mosaico, porque hay que cortar pequeños trocitos de piel y colocarlos en su sitio justo. Debe dar una visión muy artística y uniforme', comenta Pablo García Navarro, encuadernador artístico desde hace 28 años.

La imprenta artesanal también cuenta con un sanatorio para libros y periódicos deteriorados. El taller de restauración documental se encarga de los fondos bibliográficos y documentales que, con algún problema de conservación, sufren algún deterioro como roturas, humedades o la acción de insectos u hongos, entre otros. Los que más trabajo suelen dar son los periódicos del siglo XIX. Entonces se utilizaba papel con mucha base de madera, lo que representa serias dificultades para conservarlos. Primero se neutraliza su grado de acidez y después se restauran las zonas resquebrajadas. La biblioteca histórica del Ayuntamiento también da trabajo. En muchos casos es necesario injertar papel en los documentos, gracias a una pulpa que se inserta en los agujeros deteriorados de la página. Para ello se utiliza una máquina especial que encola y consolida cada zona que está agujereada.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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