La transición pendiente
Fernando Carrillo y Manuel del Álamo explican en su libro los 25 últimos años de la Guardia Civil, corrupción incluida
En las últimas campañas de publicidad, los guardias civiles aparecen desde Interior y desde Defensa como héroes entregados al salvamento más arriesgado, a la atención al inmigrante en lugares tan difíciles como Tarifa, a la lucha antiterrorista, a la colaboración en catástrofes de gran espanto. Así se vende a Los guardias civiles: esos ciudadanos uniformados -título del libro que ayer presentaron en Valencia Fernando Carrillo, psicólogo, guardia civil y secretario general de la asociación Coproper 6-J, y Manuel del Álamo, periodista, historiador y responsable de prensa de CC OO-. Detrás de la imagen de la gloria se esconden alrededor de 70.000 ciudadanos sometidos a un régimen disciplinario caduco y abusivo -el Tribunal Constitucional ha aceptado ya en el último año unos ocho habeas corpus, peticiones de poner a disposición judicial a una persona detenida ilegalmente-, en el que ir a tomar una horchata a la acera de enfrente puede costar un arresto domiciliario por salirse de la demarcación sin pedir permiso (aunque la lógica diga que el bar en cuestión está infinítamente más cerca que cualquier otro del área de influencia), que en los días libres tienen obligación (si les llaman) de presentarse en su puesto en dos horas -lo que en definitiva supone que las excursiones en el tiempo libre tienen un límite impuesto por Santiago López Valdivielso, director general de la Guardia Civil-, que cobran, como poco, alrededor de 30.000 pesetas menos que sus compañeros los policías nacionales, y que sólo el 20% de la plantilla puede vivir fuera de las casas cuartel.
Esas miserias y otras las han retratado Fernando Carrillo y Manuel del Álamo en un libro que califican de 'transgresor' y que es único en su género, escrito desde dentro y con el objetivo de provocar el debate sobre cómo es la Guardia Civil.
La represión, el sindicalismo clandestino, episodios de corrupción tan bochornosos como el de la Asociación Pro Huérfanos -en el que el dinero retirado mes a mes de las nóminas ayudó a financiar viviendas de mandos-, los castigos a los luchadores por la libertad de expresión, por la democratización del Instituto Armado y los problemas de salud laboral -que se traducen, por ejemplo, en 1.250 bajas y 16 suicidios en 1999- conforman el relato que Carrillo y Del Álamo han confeccionado aprovechando el 25 aniversario de la asociación Coproper 6-J, a la que pertenece el 25% de los guardias civiles.
La foto de la realidad de la Guardia Civil, que se completa con aportaciones de Ortifus, de Diego López Garrido, de Alfons Cervera, de José Luis Pitarch, Javier Pérez Royo y Miguel Ángel Villena, entre otros, se resume, según Carrillo en que 'la transición no ha pasado por el Cuerpo'.
La cronología escrupulosa de los últimos 25 años se entretiene en las normas fundamentales que han acentuado 'el mecanismo kafkiano', dice Carrillo, 'que rige el funcionamiento del Cuerpo'. 'Este libro', afirma Del Álamo, 'pretende abrir un debate que deje ver por qué la Guardia Civil es lo que es, por qué a la ultraderecha y a los generales del Ejército les conviene que así sea'.
Las historias de abuso de poder se suceden en el libro: cinco meses de cárcel por discutir las condiciones de un control, arresto domiciliario por llevar las botas sucias... Carrillo y Del Álamo suscriben, como aparece en el libro, lo que dijo François Fenelón: 'El poder sin límites es un frenesí que arruina su propia autoridad'.
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