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ASTRONOMÍA

Un aficionado de Gandia descubre su segundo asteroide en menos de un año

Un profesor de electrónica aficionado a la astronomía, Josep Julià Gómez, descubrió el pasado 15 de marzo desde su observatorio particular ubicado en Marxuquera (Gandia), registrado con el número 952, un asteroide de unos seis kilómetros de diámetro, según informó ayer la Agrupación Astronómica de La Safor. La organización International Astronomical Union (IAU), máxima autoridad científica internacional en astronomía, exige que el cuerpo rocoso sea observado al menos en dos ocasiones para reconocerlo oficialmente. Julià corroboró la presencia del asteroide tres días después, el 18 de marzo, y la IAU le ha dado la denominación provisional de 2001 ED16.

El planetoide se encuentra en un periodo orbital de 3,44 años y orbita a una distancia media a la Tierra de unos 170-180 millones de kilómetros. Éste es el segundo asteroide que Julià, natural de Gandia y de 36 años de edad, descubre en menos de un año. El anterior lo observó el 4 de marzo de 2000 y ya ha recibido el nombre oficial de 15120 Mariafelix por el IAU. Josep Julià manifestó ayer su satisfacción por el nuevo hallazgo, una compensación, dijo, 'a muchas horas de trabajo'. Julià combina sus clases en el instituto Tirant lo Blanc de Gandia con su afición a la astronomía. Desde el observatorio instalado en su casa se dedica hace años a la búsqueda de asteroides a través de fotografías del cielo.

Los asteroides son, junto a los cometas, los objetos más antiguos del sistema solar, con una edad en torno a los 4.600 millones de años. La mayoría de ellos orbitan entre Marte y Júpiter, en el conocido cinturón de asteroides, otros se aproximan más a zonas interiores del sistema solar y unos pocos, los denominados Near o rozadores, cruzan la órbita de la Tierra. El primer asteroide se descubrió hace 200 años, en 1801. En la actualidad ya se han detectado unos 20.000, si bien el número total puede alcanzar el millón, aunque su reducido tamaño (desde un centenar de metros a unos mil kilómetros) dificulta su observación. Nuevas tecnologías, como las empleadas por Julià, mediante la fotografía secuencial del cielo, permiten descubrir este tipo de cuerpos rocosos. Una actividad a la que los observatorios profesionales no pueden dedicar su tiempo y que se reserva casi en exclusividad a los astrónomos aficionados.

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