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Berlusconi consigue presentar de nuevo un centro-derecha unido en Italia

Umberto Bossi, en el norte, y Gianfranco Fini, en el sur, arropan la campaña del magnate

El centro-derecha italiano ha reconstruido las piezas rotas tras la desastrosa experiencia de Gobierno de 1994 y, unido bajo un solo nombre, aspira a conquistar de nuevo el poder. El patrón televisivo Silvio Berlusconi ha vuelto a lograr reunir bajo el mismo techo electoral a Umberto Bossi, inventor de la Padania, eternamente receloso del sur, y a Gianfranco Fini, líder de la ex fascista Alianza Nacional (AN) y defensor de la unidad de Italia por encima de todo. 'Nos hemos reencontrado porque la Liga ha dado un paso atrás y AN un paso adelante', ha dicho Bossi.

Lo cierto es que la Liga Norte ha desandado un largo camino para volver a encontrarse con los viejos aliados, que ahora exigen a Bossi un pacto de lealtad para evitar nuevos disgustos. Silvio Berlusconi ha borrado de su memoria diciembre de 1994, cuando, al perder el apoyo de la Liga Norte, tuvo que dimitir como primer ministro italiano. Convencido de que no hay victoria posible sin los votos leguistas en el norte del país, ha reconstruido los puentes rotos con Umberto Bossi y ha logrado imponerlo, no sin dificultades, a los otros aliados históricos del Cavaliere: Fini y Pierferdinando Casini, líder del Centro Cristiano Demócrata (CCD). A los cuatro se ha unido también Rocco Butiglione, un veterano político democristiano, creador de otro pequeño partido que dejó temporalmente el centro-derecha para intentar fortuna con la oposición.

De todos los socios que integran ahora la Casa de las Libertades, Umberto Bossi es el más conflictivo. Aunque ha moderado el tono agresivo de sus declaraciones (para empezar, habla menos), sus posiciones en temas cruciales, como el de la inmigración, resultan embarazosas en algunas circunstancias. Sin embargo, la Liga Norte está dejando de ser el partido de las clases medias del norte del país para convertirse en una fuerza de las capas obreras que pueblan los suburbios de las ciudades industriales. El partido ha ido penetrando en el tejido obrero de regiones ricas como el Veneto y la Lombardía, donde no todos son empresarios de éxito. Según Rosi Mauro, líder del Sindicato Padano (la central obrera de la Liga), la cifra de afiliados asciende a 320.000. Una fuerza nada desdeñable que desmiente el carácter pequeño-burgués que se atribuía al electorado leguista.

El tono destemplado de las declaraciones de Bossi y su política de 'tolerancia cero' con la inmigración clandestina desagrada en Europa, donde se le considera un político xenófobo, una versión italiana de Jörg Haider. Sin embargo, los aliados son conscientes de que en este tema sintoniza con una mayoría silenciosa temerosa de que la afluencia de inmigrantes perjudique sus expectativas laborales en su propio país.

Apoyo de Fini en el sur

Si Bossi es una pieza crucial para la Casa de las Libertades en el norte de Italia, Fini y su Alianza Nacional es sustancial en el sur, e incluso en Roma, una ciudad tradicionalmente conservadora, pese a los siete años de gobiernos municipales de centro-izquierda. El líder de la formación que cuenta entre sus filas a la nieta del Duce, Alessandra Mussolini, ha declarado ya que su partido no se conformará con un papel secundario en un futuro e hipotético Gobierno del centro-derecha.

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'No seremos meros compañeros de viaje' de Berlusconi, ha advertido Fini, cuyo partido obtuvo en las pasadas elecciones 92 escaños en la Cámara de Diputados, lo que le coloca muy por delante de los partidos democristianos del Olivo y del Polo. En regiones como Campania, Sicilia y Calabria, Alianza Nacional tiene un importante peso específico, una implantación histórica, cosa de la que no puede alardear Forza Italia, el partido creado por Berlusconi en 1993 que arrasó en las elecciones de marzo de 1994. Forza Italia fue el partido más votado en Italia, también en las elecciones generales de 1996 ganadas por El Olivo.

Sin embargo, el pedigrí político no lo ha obtenido hasta el año pasado, cuando, gracias a los buenos oficios del presidente del Gobierno español, José María Aznar, logró ser admitido en el Partido Popular Europeo. Para horror de los herederos de la extinta Democracia Cristiana -rebautizada por Mino Martinazzoli como Partido Popular Italiano (PPI) en 1994-, el Cavaliere se sienta ahora a su lado en el Parlamento Europeo y forma parte de la gran familia de la derecha que aspira a alternarse en el poder de los países de la UE con la socialdemocracia. Salvo en el caso italiano, donde se enfrenta a sus propios correligionarios.

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