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Columna
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Asumir la realidad

Todas las informaciones hacen hincapié en que Froilán Elespe no llevaba escolta. No quería llevar escolta. Los papeles encontrados en las últimas detenciones no dejan lugar a dudas: los concejales del PP y del PSOE son todos objetivos prioritarios de ETA. Más concretamente: a ETA le ha sentado muy mal que el PSOE haya propiciado el pacto antiterrorista con el PP, por más que los amantes de las teorías conspirativas insistan en que el acuerdo PP-PSOE hace el juego a ETA y conduce al escenario de confrontación soñado por la organización terrorista. Los dirigentes del PSOE acababan de advertir a todos sus concejales del enorme riesgo en que estaban. El edil Elespe -como otros- se mantuvo en su negativa. Y le mataron. Es un ejemplo trágico pero transparente de la dificultad de asumir la realidad de la situación vasca que sufren muchos ciudadanos, incluidas algunas víctimas potenciales.

Froilán Elespe era un hombre del pueblo de toda la vida. Se sentía parte del ambiente y del paisaje. Había estado en todas las movidas desde el antifranquismo hasta hoy. Se relacionaba con todo el mundo, no podía o no quería admitir que le pudieran matar y menos en su pueblo. Por eso no quería escolta. Por eso poteaba todos los días a la misma hora en el mismo bar. Es lo que hace la gente normal. Froilán Elespe no podía entender que él no fuera gente normal. Llevar escolta la parecía un insulto para sus convecinos, sin pensar quizás que alguno de los que se encontraba cada día podía pasar información a ETA para que le matara. Es duro llevar escolta. Genera culpa, porque es inevitable pensar que al protegerte tu estás desplazando al riesgo a otro: es imposible dar protección a todo el mundo. Crea una agravamiento de responsabilidad, porque es inevitable pensar que tus acompañantes forman un mismo blanco contigo. Y cambia la vida, quieras o no, los hábitos se modifican, la libertad y la privacidad se limitan.

Pero la realidad vasca es así: hay unos que están amenazados y otros que no. Hay un grupo terrorista que siembra el terror y consigue el miedo y la ceguera, como confirma un dato estremecedor de la última encuesta del CIS: sólo un 14% dice recordar que votó al PP o al PSOE en las últimas elecciones. Es esta realidad vasca la que Froilán Elespe se resistía a aceptar rechazando la escolta, quizás porque a veces es necesario engañarnos a nosotros mismos para poder seguir viviendo. En este caso, junto al engaño esperaba la muerte. No sólo el PNV se engaña -y engaña- sobre la realidad. También las víctimas potenciales, quizás porque la realidad es demasiado insoportable. La diferencia es que el PNV convierte el engaño en doctrina y en ideología.

La realidad que el asesinato de Elespe confirma -y hace tiempo que no hay excusas para no ver lo evidente- es que, como ha escrito Joseba Arregi, todo está construido sobre una gran mentira que ETA pregona y otros repiten. En el eje de la mentira está la noción recurrente de conflicto vasco (o su otra variante: contencioso con el Estado español). El conflicto que hay en Euskadi es el de un grupo levantado en armas contra las instituciones democráticas. Este grupo aprendió durante la tregua que sin su acción armada desaparecía inmediatamente del escenario vasco y que sus objetivos -la construcción de un Estado nacional étnico, para el que algunos están construyendo ya el censo selectivo- eran completamente inviables por vía democrática, como han demostrado una tras otra todas las elecciones habidas hasta el día de hoy. El PNV engorda la mentira etarra cuando dice que comparte con ellos los fines y discrepa de los medios. Como ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero, con este grupo no se pueden compartir fines. Porque sus fines son antidemocráticos y porque los fines no son ajenos a los medios.

Elespe ha pagado con la muerte su resistencia a aceptar la dura realidad. El PNV, negando la realidad o especulando con ella -haciendo suyo el conflicto vasco del que se reclama ETA-, contribuye a perpetuar el problema del terrorismo. Ésta es la otra terrible realidad que emerge los días de luto.

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